Aves del Estínfalo

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Nadie sabía exactamente cómo habían llegado a existir aquellas voraces aves. Algunos afirmaban que pertenecían a Ares, debido a su naturaleza viciosa. Otros que eran mascotas de Artemisa, cazadoras como ella.

De lo que todos, incluso los dioses, y especialmente el pueblo de Arcadia, estaban seguros, era que eran una plaga. No importaba cuántos se matarán, se reproducían tan rápidamente que su número nunca parecía disminuir. Comían de todo: cosechas, animales, frutas y, por supuesto, personas.

Varios aldeanos habían huido, e incluso los templos de dioses y diosas estaban casi vacíos, cosa que Alcides notó al pasar. El templo de Atenea y el templo de Apolo eran las únicas excepciones: sus sacerdotisas y sacerdotes habían colocado crótalos a su alrededor. Eran una especie de castañuelas que se utilizaban durante las ceremonias religiosas, por lo que estos dos templos contaban con ellos. Uno de los sacerdotes explicó que servía para alejar a los pájaros, ya que el sonido les molestaba, por lo que uno de ellos utilizaba un hilo para hacerlos sonar a todos si divisaba, aunque sólo fuera uno. El problema es que se volvían locos y atacaban todo lo que veían, por lo que no era seguro utilizarlas en otros edificios, ya que los pájaros acababan atravesando las paredes. Por supuesto, los cuervos, al ser pájaros, también se molestaban con ello, y volaban lo más lejos posible de ambos templos.

Los pájaros habían elegido vivir en un pantano, lo que hacía más difícil que alguien se atreviera a ir a destruir sus nidos, y prender fuego a ese lugar no era una buena idea, ya que el bosque era sagrado para... bueno, nadie estaba muy seguro, pero todo era sagrado para algún dios en aquellos tiempos. Todavía lo son, sólo que a los humanos ya no les importa.

La tarea había sido elegida por Odín. Era una tarea dura, pero lo hizo principalmente como una forma de castigar a sus cuervos: aunque a ellos no les importaba ver cómo mataban a otras criaturas con los pájaros eran otra cosa. Los cuervos son carnívoros, claro, pero poseen una inteligencia mayor de la que la gente y los dioses les atribuyen. Este par, por supuesto, eran de la familia criada en Asgard, siendo tal vez más inteligentes que muchos de los mismos dioses...

Y por ello, estaban más callados que de costumbre. Alcides se sentía mal por ambos, y les daba los mejores trozos de sus comidas, pero ninguno de los dos se sentía con mucha hambre.

El viaje al lago fue particularmente tranquilo. Eso, por supuesto, hasta que miles de graznidos metálicos empezaron a oírse en la distancia.
Los pájaros han sido descritos como especies de todo tipo, pero en verdad, no son ninguna que se haya conocido antes o después. Sin embargo, se parecían a los cuervos. Cuervos con picos de bronce y plumas afiladas y metálicas. Si aún vivieran, podrían confundirse fácilmente con lo que los humanos llaman robots. Pero para los cuervos reales, no era agradable saber que estaban destinados a ser asesinados.

"Observaremos, solo se rápido" ambas aves volaron para ver desde una distancia segura.

Nuestro héroe decidió que tenía que hacer el trabajo rápidamente. Dio un paso hacia el pantano, con la intención de avanzar y ver a cuántos podía matar a golpes con su garrote, pero su pie se hundió de inmediato. Tuvo que agarrarse a un árbol para salir, aunque estuvo a punto de romperse cuando consiguió salir.

"Bueno, esto no será fácil" ninguna de sus labores lo era. Le quedaban algunas flechas, pero, aunque pudiera matar a más de un pájaro con cada una, seguirían sin ser suficientes.

Los pájaros parecían reírse al ver al mortal luchando por salir. Un par de ellos decidieron atacarle, sólo para que sus picos se rompieran en cuanto intentaron picotear su piel. En su horror, uno de los pájaros chocó con su compañero, rompiéndose ambos las alas y cayendo al pantano, donde se ahogaron.

"Sí, yo no haría eso si fuera ustedes", les dijo nuestro héroe, que prefería que las criaturas no sufrieran durante mucho tiempo, aunque tuviera que matarlas. Los pájaros, ahora sin pico, se retiraron a sus nidos, derrotados. Pero Alcides también se sentía igual, no podía alcanzarlos, y los pájaros eran lo suficientemente listos como para no intentar atacarle de nuevo. Suspiró, parecía que Alcides había hecho el ridículo...lo que se confirmó cuando oyó reír a los cuervos.

Las Labores de Alcides Donde viven las historias. Descúbrelo ahora