En el solemne despacho del heredero de la Casa de los Altamirano, siete sillas dispuestas en círculo eran ocupadas por el consejo de los siete, liderado por el Gran Señor de los siete. La 'Abuela Madre' presidía la reunión, su figura erguida y firme, a pesar del bastón que sostenía en una mano. Los seis integrantes restantes del consejo, cada uno con su propio linaje y peso en la organización, esperaban impacientes las actualizaciones sobre Santiago, el nieto que pronto sería presentado como heredero en una ceremonia que sellaría su futuro.
Uno de los líderes rompió el silencio, su tono preocupado.
—Abuela Madre, hace meses que no hemos recibido informes claros sobre los progresos de Santiago —dijo, su voz retumbando en la sala—. Queremos saber si estará listo para ser presentado como el heredero de la familia Altamirano y por ende ser el nuevo Gran señor de los Siete.
La Abuela Madre no tardó en responder, su tono sereno pero inquebrantable.
—Santiago está recibiendo la mejor formación, de eso tiene que estar seguros. Será digno del apellido Altamirano cuando llegue el momento, y en la ceremonia próxima, lo presentaremos oficialmente ante la organización.
Otro líder, conocido por su lengua afilada, aprovechó la ocasión para lanzar una burla que arrancó sonrisas contenidas en la sala.
—Esperemos que Santiago no siga los pasos de su hermano mayor Rodrigo, quien, según he oído, ha fracasado rotundamente con sus diseños de moda en Milán. ¡Una verdadera desgracia para el apellido!
La Abuela Madre no mostró signo alguno de molestia, pero su respuesta fue cortante.
—Bien se sabe que tengo dos nietos. Uno está siguiendo su camino bajo mi tutela y será un líder ejemplar. El otro... —hizo una pausa, su mirada fulminante— no es más que el resultado de una crianza negligente por parte de su madre.
El líder más anciano del consejo asintió, consciente de la importancia de que Santiago no fallara en cumplir con las expectativas.
—Lo entendemos, Abuela Madre. Pero debemos asegurarnos de que el apellido Altamirano mantenga su influencia. Los otros miembros de la organización están inquietos, algunos incluso cuestionan si el liderazgo debiese continuar dentro de esta casa.
En ese momento, uno de los mayordomos entró en la sala con una carta sellada. La Abuela Madre tomó el mensaje, lo leyó en silencio, y luego se lo pasó al líder a su derecha. Su expresión se tornó de una preocupación que apenas se notaba, pero el contenido de la carta preocupaba a todos.
—El servicio de inteligencia ha detectado facciones dentro de nuestra propia organización —leyó un consejero—. Algunos creen que el primogénito debería tomar el liderazgo, otros esperan que Santiago sea más maduro, una educación al menos universitaria y tenga una pretendiente antes de asumir el cargo, que se refleje la intención de la sucesión. Y, lo más inquietante, hay quienes piensan que la casa Altamirano ya no debe llevar la batuta de este consejo.
Los murmullos se extendieron entre los consejeros, hasta que uno de ellos habló en voz alta, sin ocultar su escepticismo.
—Quizás sea hora de reconsiderar las tradiciones. No somos una monarquía, Abuela Madre, y algunos piensan que el liderazgo debería ser rotativo entre las casas.
La Abuela Madre golpeó el suelo con su bastón, haciendo que el despacho quedara en absoluto silencio.
—No habrá cambios —dijo con una firmeza que no admitía discusión—. Santiago será presentado dentro de un mes como el heredero de la casa Altamirano, y ese título no será disputado. Este consejo seguirá funcionando como siempre, bajo el control del linaje Altamirano. Además, Santiago cumplirá 18 años en tres meses, y para entonces ya estará preparado para las responsabilidades que le esperan, tuvo una preparación excepcional más que cualquiera de su edad.
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Sombras del Linaje
AcakEn lo profundo de una antigua mansión, el linaje de la familia Altamirano de la Vega yace bajo un peso invisible, sostenido por secretos que han perdurado por generaciones. Lo que una vez fue símbolo de honor, hoy es una sombra que se extiende sobre...