-¡Maldición! -exclamó Max, sintiendo una profunda frustración-.
- Odio los días lluviosos. ¿Por qué tiene que ser hoy? -Se plantó frente a la gran ventana de su habitación, observando cómo la lluvia caía con fuerza y la grisácea atmósfera invadía el paisaje. Para él, esos días eran un tormento; se sentía irritado y agobiado. No podía entender cómo había personas que disfrutaban de la lluvia y se sentían a gusto en este tipo de clima. Para Max, eran simplemente horribles. Se preguntaba, con incredulidad, cómo alguien podía encontrar placer en una jornada así.Max se encontraba inmóvil, contemplando cómo las gotas de lluvia caían sobre las hojas de un gran árbol que se alzaba frente a él. La escena era tranquilizadora, una especie de ritual que le permitía desconectarse del mundo por unos momentos. Pasaron cinco minutos en los que se perdió en su propio pensamiento, hasta que, de repente, se dio cuenta del tiempo que había transcurrido.
Con un suspiro resignado, decidió que era hora de preparar su desayuno. Normalmente, no se ocupaba de esta tarea, ya que la persona que lo hacía para él había tomado el día libre debido a ciertos problemas. Max no se preocupó por esta ausencia; sin embargo, había algo que le inquietaba: la realidad de que no sabía cómo cocinar. A pesar de que su apariencia era la de un hombre rudo y serio, esa faceta de su vida siempre había quedado relegada. Para él, la cocina era una habilidad completamente ajena, una palabra que nunca había relacionado con sus propias capacidades. La idea de enfrentarse a los utensilios de cocina le resultaba casi un desafío, ya que su experiencia en el tema se limitaba a observar desde la distancia.-Veamos, Max, tienes que pensar en algo... Mmm, voy a revisar qué hay en el refrigerador. Mientras tanto, me prepararé un café, aunque no estoy muy seguro de cómo quedará-. Con esa idea en mente, se dirigió hacia el gran refrigerador de color gris. Al abrir la puerta, se encontró con una caja de leche que llamó su atención. Luego, se trasladó al lugar donde tenía los cafés guardados, tomó el primero que le apareció a la vista y lo colocó sobre la mesa. Agarró una taza y vertió en ella varias cucharadas generosas de café. Después, con un movimiento ágil, echó agua hirviendo en la taza y, para terminar, añadió un chorrito de leche.
Con todo listo, llevó la taza a sus labios y dio el primer sorbo. Sin embargo, no habían pasado ni diez segundos cuando, con una expresión de dolor en el rostro, escupió el café al suelo. Se había quemado la lengua y el sabor del café era, simplemente, horrible.
-¡Oh, por Dios! ¡Esto es un verdadero desastre! ¡Qué asco! ¡Ugh, esto es repugnante! Necesito ponerme a limpiar este lugar-Mientras limpiaba todo el desorden, la única idea que cruzaba por su mente era que tal vez sería mejor ir a desayunar a una cafetería. Se sentía como un tonto tratando de preparar comidas y desayunos en casa.
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-¡Patoo! ¡Vamos! ¡Voy a llegar tarde al trabajo! Sabes muy bien cómo son las cosas allí, y no creo que me perdonen el retraso solo porque te lleve conmigo -Sergio le gritaba a su pequeño hijo, mientras buscaba frenéticamente en su bolso. Hoy iba a llevar a su hijo al trabajo, algo que no hacía con frecuencia, pero no tenía a nadie con quien dejarlo. Esa era la desventaja de no contar con una red de apoyo.
-¡Voy, papá! Solo estaba organizando mi peluche en la mochila-. Pato salió corriendo hacia la sala, llevando su pequeña mochila de dinosaurio que colgaba de su espalda. Le encantaban los dinosaurios y también todo lo relacionado con los coches.
Sergio y Pato abandonaron su modesto hogar, que se ubicaba en un edificio de rentas bajas. Este edificio, alejado de la vida bulliciosa de la ciudad, se convertía en un reto para ellos cada día, ya que debían caminar largo trecho hasta llegar al bullicio del centro, donde se encontraba su lugar de trabajo. Las calles que solían recorrer estaban impregnadas de una sensación de peligro, lo que les generaba cierta incomodidad, especialmente por las noches, cuando la oscuridad y la soledad aumentaban su temor a ser víctimas de un asalto.
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El pequeño encuentro
Romance"Crecí y tus olvidos me hicieron amarme lo suficiente para protegerme, alejarme y solo amarte lo necesario, solo amarte por respeto a ti, por mis hermanos, por tu participación en mi crianza y en mi forma de ser. Mientras tú me amas lo suficiente, p...