sweet present and bittersweet past

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Sergio, tras los acontecimientos del día anterior, ya tenía claro que el chico se llamaba Max. Era el mismo que le había llamado gruñón, un comentario que le había parecido un tanto tonto, por supuesto. Sergio no se consideraba una persona tonta, o al menos eso era lo que él creía. Pasaron los días y, de hecho, nunca más se volvieron a cruzar sus caminos. Era algo normal, considerando que eran dos desconocidos que solo conocían el nombre del otro.

Se acercaba la Navidad y ya faltaban varias semanas para esa fecha tan señalada. El tiempo parecía pasar volando, pero para Sergio, en realidad, no era un motivo de alegría. La razón era simple: no tenía a su familia a su lado, ya que lo catalogaban como el rarito. Esta etiqueta le pesaba, y la soledad que lo acompañaba era un recordatorio constante de su situación,o el  bichito raro era una sensación que le destrozaba el corazón en pedazos, una herida profunda que le generaba dolor al pensar en por qué tenían que actuar de esa manera con él. Sin embargo, él era consciente de que no necesitaba a nadie más en su vida. Su pequeño hijo, era lo único que realmente importaba para él. Su amor por el niño era lo que le daba fuerza y sentido, y sabía que, a pesar de las adversidades, lo más valioso que tenía era esa conexión inquebrantable con su hijo.
Se dirigía haci su trabajo,lo que lo hacía sobrevivir, momento antes había dejado a su pequeño en su plantel,ver a su pequeño entrar le llenaba el corazón de ternura,en que momento creció tanto?

—Hola, Sergio, ¿cómo estás? Te ves como si hubieras estado corriendo un maratón —comentó su compañera de trabajo, Emma, mientras se acomodaba el mantel que cubriría su cuerpo para evitar mancharse. Emma era su única amiga en la oficina y siempre se preocupaba por él.

—Hola, Emma. No, en realidad estoy muy cansado. No dormí bien anoche, había tantas cosas en mi mente —respondió Sergio, mientras se dirigía hacia la puerta por donde entraban los clientes. Tenía que limpiar los vidrios, que estaban un poco sucios. Tomó los instrumentos correspondientes para llevar a cabo la limpieza. 

—Oye, ¿y por qué no le pides al jefe que te dé unos días de descanso? Te estás matando trabajando y eso no está nada bien. También deberías pasar más tiempo con tu hijo, casi nunca están juntos —dijo mientras se acercaba por detrás de Sergio, que estaba de rodillas limpiando.

—Ya sabes cómo es el jefe; si le pido días de descanso, es capaz de despedirme. Además, tenía pensado pedirle horas extras. Hoy me quedaré hasta la noche porque quiero comprarle el regalo de Navidad a Pato —respondió Sergio con seguridad. Tenía claro en su mente lo que iba a hacer.

—¿Pero qué pasa con Pato? ¿Vas a dejarlo solo toda la noche? Él también te necesita, Sergio, no es solo el trabajo —dijo Emma, quien lucía confundida mientras miraba fijamente a Sergio.

Sergio, al escuchar sus palabras, se levantó  y giró hacia ella, notando la expresión de desconcierto en su rostro.

—Es un favor que realmente necesito pedirte —continuó, con una mirada suplicante—. ¿Podrías cuidar de Pato solo por hoy? Te prometo que te lo devolveré en algún momento. Por favor —dijo mientras tomaba suavemente las manos de Emma, esperando que comprendiera la importancia de su solicitud.

—Está bien, Sergio, no te preocupes. Sabes que siempre puedes contar con mi apoyo. Pato se divierte mucho jugando con Alejandro—Emma, mientras acariciaba amorosamente las manos de Sergio, las soltó momentáneamente para acercarse a él y darle un cálido abrazo, como una forma de mostrarle su apoyo incondicional. Se entendían a la perfección, compartiendo no solo una buena amistad, sino también la experiencia de tener a sus pequeños en el mismo colegio, lo que fortalecía aún más su vínculo.

—Muchas gracias, no sé qué haría sin ti, eres mi único apoyo—dijo mientras la calidez de aquel abrazo le envolvía. Era un abrazo lleno de cariño y gratitud, pero sabían que no podían permanecer así para siempre. Era necesario retomar la limpieza del local, ya que querían causar una buena impresión a los clientes que llegarían más tarde. Con determinación, comenzaron a organizar el espacio, recogiendo cada rincón para asegurarse de que todo estuviese impecable.

El pequeño encuentro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora