Sometimes it is impossible to survive

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- ¡Pato! ¡Despierta! ¡Es hora de ir a la escuela! -gritaba Sergio desde abajo.

Pato se despertó sobresaltado y se estiró en la cama. No quería levantarse, pero sabía que tenía que hacerlo. Se puso los pantalones y la camisa y bajó corriendo las escaleras.
- ¡Buenos días, papá! -dijo Pato con una sonrisa.

- Buenos días, cariño. ¿Listo para desayunar? -preguntó mientras ponía un plato de avena con frutas en la mesa.Pato asintió con la cabeza y se sentó a comer. Mientras desayunaban, le hablaba sobre el día que tenían por delante.

- Hoy tienes un examen de matemáticas, ¿verdad?-preguntó Sergio.
asintió de nuevo y se terminó el desayuno.

- ¡Vamos, cariño! ¡Es hora de irnos! -dijo mientras recogía los platos y los llevaba al fregadero.El pequeño niño se levantó de la silla y se puso la mochila en la espalda. Cogió la mano de su mamá y salieron de la casa juntos.

Mientras caminaban hacia la escuela,se sentía feliz de tener a su mamá a su lado. Sabía que siempre estaría allí para apoyarlo, no importaba lo que pasara.

- Gracias por todo papi -Pato dijo mientras llegaban a la escuela.

- De nada, cariño. ¡Buena suerte en tu examen! -respondió mientras lo besaba en la frente.

Pato sonrió y entró en la escuela con confianza. Sabía que su mamá siempre estaría allí para él.Era consciente de que no necesitaba a su padre. Sin embargo, había momentos en los que la soledad lo invadía y sentía la ausencia del afecto y la calidez que un padre podría brindarle. En el colegio, sus compañeros se reían de él, pero él nunca se atrevió a expresar lo que realmente sentía.
En contraste, Sergio se sentía cada vez más vacío y desgastado. Su energía para continuar se desvanecía a medida que pasaban los días. Había intentado varias veces alejarse de la vida y sus dificultades, buscando un respiro en medio del caos que lo rodeaba. Sin embargo, lo que realmente lo mantenía en pie y le impedía rendirse era su pequeño hijo. No podía permitir que su niño quedara desamparado; era su única fuente de apoyo emocional en un mundo que parecía haberlo abandonado.

Sergio había perdido a sus padres, quienes lo habían echado de casa al enterarse de que él iba a ser padre. Esta severa ruptura había dejado una herida profunda en su corazón, y ahora se sentía solo en un océano de desesperanza. Las preguntas atormentaban su mente: “¿Por qué la vida se ensaña con los más inocentes?” y “¿Por qué para algunas personas todo resulta tan imposible?”. Esa soledad lo ahogaba, y en su búsqueda de respuestas, anhelaba encontrar un sentido o, al menos, un rayo de esperanza en su realidad.
Había muchos hombres, pero solo deseaba un padre para su pequeño hijo.

A él no le importaba si estaba enamorado de aquella persona; su única preocupación era la felicidad de su pequeño, a quien cariñosamente llamaba Pato. Sergio, consciente de la situación, sabía bien que su hijo estaba sufriendo acoso escolar en su escuela, y eso le destrozaba el corazón. Cada vez que escuchaba a Pato llorar en su pequeño mundo, su pequeño aviario, sentía un profundo dolor. Se preguntaba con angustia por qué la vida podía ser tan injusta y se cuestionaba por qué su hijo tenía que pasar por eso.

Pato entró corriendo a su colegio, ya que se le había hecho tarde por haberse quedado sentado jugando. La adrenalina latía intensamente en su corazón mientras sus piernas se movían rápidamente hacia la puerta de su salón. Al llegar, se detuvo un momento para recuperar el aliento y, reuniendo todas sus fuerzas, tocó con su pequeña mano en la madera de la puerta, esperando con ansias que alguien le respondiera.

-Hola, pato. ¿Qué sucede? ¿Por qué llegaste tarde? Se repitió la misma situación que ayer.-La maestra, mientras se hacía a un lado para que pudiera pasar, continuó hablando.

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