¿Que esta ocurriendo?

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Capítulo 4: Una mañana de descubrimientos

El sol comenzó a filtrarse entre las copas de los árboles, bañando la jungla con una luz suave y dorada. A pesar del peligro inminente, la isla despertaba con una belleza innegable. Las aves cantaban en las ramas altas, y una brisa fresca soplaba desde el océano, arrastrando consigo el aroma salado del mar.

Liam fue el primero en despertar, habiendo tenido la última guardia. Se estiró, adolorido por haber dormido en el suelo duro, y se acercó al fuego, que ahora era solo un montón de brasas moribundas. Se sintió algo más relajado con la luz del día, aunque sabía que su situación no había cambiado. A su alrededor, los demás comenzaron a moverse, despertando con la misma sensación de incomodidad y agotamiento.

—¿Durmieron bien? —preguntó Liam con una sonrisa débil.

—Como piedras —respondió Elena con sarcasmo, frotándose el cuello—. Pero al menos estamos vivos.

Tom ya estaba en movimiento, revisando su mochila y organizando las pocas provisiones que les quedaban.

—Hoy es el día. Vamos a encontrar agua y comida. Y tal vez algo más útil —dijo, tratando de sonar optimista.

Aya se acercó a él, mirando el mapa que habían dibujado la noche anterior.

—Creo que debemos seguir este curso —dijo, señalando una zona en la parte oriental de la isla—. Las montañas están más cerca de ese lado, y si seguimos el río, es probable que encontremos agua potable.

Tom asintió.

—De acuerdo. Nos dividiremos en dos grupos. Liam y yo iremos hacia las montañas. Aya, tú y Elena pueden seguir el curso del río y ver si encuentran alguna fuente de agua. Mantened los ojos abiertos. Si ven algo, cualquier cosa inusual, regresen de inmediato.

Elena parecía reacia, pero asintió.

—De acuerdo. Pero si veo algo que se mueva, no me quedaré para averiguarlo.

—Perfecto —dijo Tom, ajustándose la mochila—. Manténganse en contacto visual tanto como sea posible. Si escuchan algo extraño, hagan ruido.

Con el plan establecido, el grupo se dividió. Tom y Liam comenzaron a subir hacia las montañas, con la jungla cerrándose a su alrededor. La vegetación era espesa, y cada paso era difícil, con raíces sobresaliendo del suelo y lianas colgando de los árboles. El aire era denso y húmedo, y el calor comenzaba a hacer efecto.

—¿Crees que realmente hay dinosaurios por aquí? —preguntó Liam después de un rato, mirando nerviosamente a su alrededor.

Tom no respondió de inmediato. Sabía lo que había visto y lo que habían escuchado, pero admitirlo en voz alta aún le costaba.

—Lo que vimos… esas huellas… no hay otra explicación —respondió finalmente—. No sé cómo, pero los dinosaurios están aquí.

Liam hizo una mueca, aún sin poder asimilarlo completamente.

—Espero que no nos encontremos con uno cara a cara. Prefiero verlos desde lejos, si es posible.

Tom sonrió levemente.

—Yo también.

Mientras tanto, Aya y Elena seguían el curso del río, caminando en silencio. Aya, como siempre, estaba observando cada detalle, analizando el terreno, los sonidos, y buscando cualquier signo de peligro. Elena, sin embargo, parecía más concentrada en el suelo, asegurándose de no tropezar con ninguna raíz o roca.

—No me gusta esto —dijo Elena finalmente, rompiendo el silencio—. Todo este lugar se siente… mal. Como si algo nos estuviera observando.

Aya asintió, pero no dijo nada. Ella también lo sentía. Había una tensión en el aire, una sensación de que algo estaba acechando. Y entonces, sin previo aviso, se detuvo en seco.

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