Capítulo 4: parte 3

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En una tarde soleada de principios de verano, una brisa seca y cálida soplaba sobre la mesa dispuesta en el espacioso jardín. El cielo estaba despejado sin una sola nube, el viento era moderadamente fresco, era uno de los mejores días del año, pero la expresión en el rostro de Ail sentado debajo de él no era muy buena. No estaba de buen humor. Tampoco padecía ninguna dolencia y eso era lo peor de todo. Le ofendía profundamente el hecho de que Ruth hubiera tomado sus propias decisiones sobre dónde vivir y que se estuviera preparando para irse.

Ruth se había estado preparando sin que nadie se diera cuenta. Se había preparado de manera muy minuciosa y perfecta. Era desagradable. Solo de pensar en ese tipo intentando escapar de sus garras le hizo sentir como si algo se agitara en su pecho.

Era una sensación muy extraña, ya que estaba claro que él era quien había tenido la intención de abandonarlo en primer lugar, pero no podía aceptar que fuera él quien se iría primero.

Eso hería su orgullo, por lo que no dejaba de pensar en formas de deshacerse de él. Pero la idea de que Ruth desapareciera tampoco le gustaba. Era como si...

Ail se rió de sí mismo cuando cierta suposición le vino a la mente. Eso era ridículo. No, era algo que no podía ser en primer lugar. Lo que le ocurría no era más que una simple neurosis, un rechazo y una obsesión ante la posibilidad de que algo que le pertenecía, desapareciera. Estaba siendo demasiado sensible. Con tantos asuntos complicados y la ceremonia de mayoría de edad acercándose, no sería extraño que lo asesinaran en cualquier momento. Eso también significaba que este era el momento más importante de su vida. Así que no había tiempo para preocuparse por otras cosas.

Debía esforzarse en sobrevivir, no podía darse el lujo de perder el tiempo en cartas que desecharía a la basura. Tenía tantas cosas que pensar y calcular, pero Ruth seguía interrumpiendo sus pensamientos. Eso no estaba bien, no podía funcionar así. Si esto seguía así, tal vez lo mejor era tratar con Ruth lo antes posible. Porque si ya no lo tenía delante sus ojos, ya no le molestaría.

—Su Majestad, Lindsay, Camiel y Jessie han llegado.

Ante la aparición de su hermana Lindsay, cuatro años mayor que él, y de su esposo Camiel, Ail forzó una sonrisa y se levantó de su asiento tranquilamente.

Fue Lindsay quien había organizado la reunión de hoy. A pesar que no tenía tiempo, logró hacer un espacio para su hermana, quien le había mencionado con anterioridad que tenía algo de lo que hablar, e incluso terminó invitando a su primo Jessie.

—Bienvenida hermana, ha pasado mucho tiempo. Camiel.

Ail, colocándose su máscara, saludó a Lindsay con una sonrisa triste y un abrazo, luego miro a Camiel, quien respondió con una profunda reverencia.

—Ha pasado mucho tiempo, Su Majestad.

—Se bienvenido.

—Su Majestad, yo también tengo algo que decirle.

Antes de poder continuar, Jessie lo interrumpió de forma grosera sin ofrecerle un saludo, a lo que Ail se encogió de hombros y se sentó primero.

—Primero, siéntense.

Cuando todos se sentaron en sus asientos correspondientes, Ail se apresuró en preguntar.

—¿Debo ordenar la comida primero?

—No, es mejor que hablemos ahora.

Aquella respuesta sugería que el asunto a tratar era de carácter urgente, por lo que Ail solicitó que solo prepararan el té. Los sirvientes se movieron inmediatamente y comenzaron a colocar delante de cada uno, tazas de té moderadamente frío con un fragante aroma floral. Una vez que se retiraron, Ail fue directo al grano.

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