Capítulo 2: parte 3

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Ruth, quien apenas había logrado ingresar a una pequeña cueva mientras era golpeado por una lluvia torrencial, observó la situación afuera mientras sostenía su brazo izquierdo sangrante.

El sol ya se había puesto y una profunda oscuridad había envuelto el bosque. Y no había señales de vida.

Después de confirmar que no había nadie alrededor, Ruth bloqueó la entrada a la cueva con el largo musgo que fluía desde la roca y se sentó adentro, que era lo suficientemente grande como para poder pararse con la espalda encorvada. Ni siquiera podía recordar cómo escapó hacia ahí. Cuando volvió en sí, ya estaba parado frente a la pequeña cueva donde solía esconderse con Elsen cuando era joven. Parecía que había llegado ahí instintivamente sin siquiera darse cuenta. Y eso significaba que había llegado bastante lejos de donde se había separado de Ail anteriormente.

—¿Esto es algo bueno o malo...?

Ruth dejó escapar un largo suspiro, sonriendo como si fuera en vano, y miró la herida en su brazo izquierdo, sintiendo el dolor. La sangre manaba profusamente de la herida de espada. A juzgar por el hecho de que podía moverse, no parecía haber tocado ningún hueso o músculo, pero había penetrado bastante profundo. No era solo su brazo. Su cuello, pecho y muslos también estaban cubiertos de pequeños cortes en varios lugares. Para ser sincero, solo había sobrevivido por el repentino chaparrón.

Después de que Ail se fue, cayó un aguacero feroz y, debido a eso, el agua del arroyo subió y así pudo escapar tomando un sendero forestal por donde los caballos no podían correr. Tuvo suerte. No, quizás simplemente era mala suerte.

En medio de esta situación absurda, no pudo evitar soltar una risa hueca. Ahora que lo pensaba bien, el día en que escapó a este lugar por primera vez, también era un día como este. Por supuesto, era un día de primavera, cuando la lluvia era más ligera que ahora y el aire todavía estaba frío.

Había subido a la montaña para escapar de la lúgubre llovizna y ese fue el lugar que encontró. No recordaba los detalles, pero probablemente se trataba de un día en que su hermano mayor lo regañó. Su hermano mayor, Eileen Kaisel, parecía un hombre amable y de voz suave, pero con él era un ser infinitamente cruel y aterrador. Siempre lo acosaba por sus orígenes, lo miraba con repugnancia, lo maltrataba y atormentaba cada vez que tenía la oportunidad.

Ese día también, por alguna razón, lo regañó violentamente y, en esa ocasión en particular, cada palabra que pronunciaba era tan dolorosa que simplemente terminó abandonando la mansión. Y el lugar a donde fue a parar en caballo fue el Monte Endiya.

No sabía por qué había ido a esa montaña aquel día. Tal vez estaba pensando en morir. No, en verdad quería morir.

Subió la montaña pensando que preferiría morir de hambre, pero cuando empezó a llover de repente, rápidamente se escondió en esa cueva y pasó toda la noche ahí.

Las noches en la montaña eran frías y solitarias. Temblaba con los gritos de toda clase de animales que oía.

Cuando el sol salió al día siguiente, decidió que no volvería a pensar en morir por hambre, y bajó de la montaña. Aquel día se convirtió en un punto de inflexión en su vida. Desde entonces, nunca más volvió a ser perturbado. Ruth, que había estado con los ojos cerrados mientras escuchaba el sonido de la lluvia que caía fuera de la cueva, pronto los abrió y rasgó la parte inferior de su ropa para vendar la herida de su brazo. Si tenía suerte, sobreviviría con la ayuda de los Caballeros, pero si no la tenía, moriría. De cualquier manera, no importaba. Al menos Ail sobreviviría, así que su padre no se saldría con la. Se conformaba con eso.

Las heridas que tenía por todo el cuerpo le produjeron fiebre y un dolor punzante se le infiltraba profundamente en su piel.

Ruth se mordió el labio a causa del insoportable dolor y cerró los ojos con fuerza, esperando a que el dolor disminuyera. En su mente no dejaba de implorar que este tormento acabara. Incluso respirar se había vuelto difícil.

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