⎯ 𝟎𝟐ㅤ﹙audiciones y frustraciones﹚

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LIA LLEGÓ A SU CASA, empapada, y sin molestarse en dirigirle la palabra a su papá, se encerró en su cuarto cerrando la puerta de un portazo

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LIA LLEGÓ A SU CASA, empapada, y sin molestarse en dirigirle la palabra a su papá, se encerró en su cuarto cerrando la puerta de un portazo. Tras soltar un largo suspiro cansado, se acercó a su cama y se quedó observando el día lluvioso que la atormentaba. Bigotes no tardó en aparecer por su ventana, maullando fuertemente para llamar la atención de Lia.

── Por dios Bigotes, ¿Qué hacés ahí afuera con este clima? ──la muchacha rápidamente le abrió la ventana y dejó que el felino ingresara a su habitación── No sabés lo que me pasó, ¡Estoy tan enrrabiada!

Lia bufó. Lo que antes era tristeza, se convirtió en enojo en un dos por tres. Todo el día había dejado que sus inseguridades le ganaran y no había disfrutado lo suficiente, aunque cuando estaba por dar todo de ella misma se lo impidieron, así que por parte se sentía frustrada por ser tan débil. Y bueno, ella no dudaba que su padre lo hacía para protegerla, porque no él era malo, sino demasiado sobreprotector, lo cual creía que era normal.

Tras sacudirse cerca de Lia con la intención de secarse, Bigotes pasó a acostarse sobre su regazo, dejando que la muchacha acariciara su pelaje húmedo.

── Yo sé que no es malo, ¿Pero cuándo voy a tener otra oportunidad así? ──habló en un hilo de voz, recibió un maullido como respuesta── Estoy cansada.

Cerró los ojos sintiendo algunas lágrimas frías deslizarse por sus mejillas rosadas. Se recostó en la cama con el gato arriba suyo y abrió los ojos, mirando al techo, tratando de encontrarles formas a las manchas de humedad que lo adornaban, mientras las lágrimas no dejaban de caer. Así era su rutina diaria, y Lia ya se estaba cansando. O mejor dicho, ya estaba cansada.

Y su cansancio era tan grande que la inspiraba. Se levantó de la cama de un salto, sobresaltado al felino apenas cuando sus pies tocaron el suelo. Me negaba a quedarse acostada llorando como cada noche, porque ella ya lo había aceptado, estaba cansada de la monotonía. Ella no se rendiría, no se lo podría permitir.

Sin pensarlo dos veces, se secó los rastros de lágrimas de sus mejillas y forzó una sonrisa. Intentó recordar la canción que su madre cantaba a diario y cuando por fin la melodía llegó a su mente, su sonrisa forzada se transformó en una verdadera. Comenzó tarareando levemente mientras dejaba que su cuerpo se dejara llevar por la melodía, creando una coreografía en un santiamén.

𝐂𝐔𝐄𝐍𝐓𝐎 𝐃𝐄 𝐇𝐀𝐃𝐀𝐒  |  Rey, (Margarita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora