"Jardines del Mar"

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Menos mal que el profesor paró por fin su explicación tras haberse extendido 5 minutos más de lo indicado en el horario universitario. De no ser así, Martin no llegaría al autobús de las 14:10 que le llevaba a su trabajo en la residencia de tercera edad.

No es que se quisiera seguir dedicando a ello de mayor, porque el estar estudiando interpretación era su mayor logro y desde luego que su sueño consistía en hacer de ello un trabajo, pero siempre le gustó poder aplicar algo de su tiempo en un trabajo como ese, que requería una gran sensibilidad y resultaba muy gratificante. Además, el hecho de que no pretendiese seguir con ello en un futuro no implicaba que le diera igual la idea de ser despedido por impuntual.

Por ello recogió la mochila y llegó a la parada de bus con una velocidad admirable. Ni él podría explicar cómo no se tropezó con alguno de los muchos estudiantes que se encontraban en el camino desde el campus hasta la parada, pues generalmente era bastante torpe.
Cogió del bolsillo pequeño su tarjeta de transportes y se aseguró de estar bien situado en la cola para que nadie le adelantara.
Normalmente no solía ser un bus demasiado solicitado como para quedarse sin entrar, pero aún así siempre tenía ese miedo de que se llenara y no le permitieran subir.

Sin embargo, llegó a los dos minutos y entró sin problemas detrás de tres personas que lo hicieron antes que él. Se sentó en un asiento en la ventana situado más bien en la parte trasera del transporte y se maldijo por no haber traído agua a clase. La pequeña carrera le había dejado casi sin aire.

En el trayecto se distrajo pensando y anotando mentalmente los trabajos y deberes que tenía que hacer de las distintas asignaturas que daba en interpretación. Estaba un poco agobiado, no iba a mentir, aunque eso no quitara lo mucho que amaba su carrera, todo el mundo se siente estresado alguna vez, sin importar la situación.

Pero cuando empezó a estar un poco más agitado de lo normal decidió dejar de pensar en ello, ya lo resolvería más tarde. Ahora tenía que centrarse en calmarse y estar tranquilo y en paz para poder transmitirle solo sensaciones buenas a las personas mayores que se encargaría de cuidar.

A pesar de que ese trabajo le quitara tiempo de estudio, muchas veces también le traía a la realidad de lo realmente importante en la vida. Y tampoco iba a negarlo, estar rodeado de esa gente siendo tan joven le hacía sentir cuidado y en familia. No solo por los mayores que residían ahí, si no también por las trabajadoras y trabajadores del sitio, que parecían tenerle un cariño especial a Martin.

Él no se quejaba, por supuesto, se sentía como una segunda casa, y estar tan lejos de Bilbao y de su familia de verdad a veces le pasaba factura. Así que tener este apoyo le resultaba muy reconfortante. El sueldo le daba ya bastante igual.

Hacía un dos años que se había mudado a Madrid, ya que como actor suponía que iba a tener más oportunidades allí que en su pueblo de Bilbao.
A pesar de eso, le costó bastante tomar la decisión. No fue hasta que su madre tuvo una seria charla con él mostrándole que tenía todo su apoyo para hacer lo que quisiera, que realmente se decidió para irse.
Y estaba muy orgulloso de su decisión, pero en bastantes momentos se le hacía difícil darse cuenta de que estaba un poco solo en un mundo tan grande como lo era la capital. Dónde lejos de parecerse a Getxo, era todo lo contrario. Pero estaba acostumbrándose.

Cuando se dio cuenta de que iba a entrar en la calle en la que se encontraba la residencia "Jardines del Mar", le dio al botón rojo para bajarse en la próxima parada.

Y con un "Hasta luego, gracias" se despidió del conductor.

– ¡Martin, cariño! ¿Cómo estás?- Le sonrió Amparo,    la recepcionista del lugar. – Oye te veo un poco agitado, bebe agua y relájate antes de empezar, te vendrá bien.

Una casualidad con intención Donde viven las historias. Descúbrelo ahora