Narrado por Juanjo
La verdad es que no sabía ni qué hacía bajándome en esa parada de bus.
Normalmente solía coger el coche, pero tuve que llevarlo al taller el día anterior y ya me había comprometido con mi abuela para ir a verla. Así que no me quedó más remedio que ir en transporte público.
Había mirado la ruta antes de salir de casa y me había asegurado de memorizar los pasos bien antes de irme. Suelo ser un poco maniático con el orden en ese sentido.
El caso es que me desorienté.
Bueno, él me desorientó.
Mientras hablaba con él mi cerebro no pudo registrar muy bien cuál era mi parada. Sentía como una especie de imán, de necesidad de seguir conociéndolo, así que presioné el botón de stop para salir de aquella situación.
No es que quisiera alejarme, de hecho más bien lo contrario. Su forma de hablar, cómo gesticulaba, cómo pronunciaba las "J" de mi nombre enfatizándolo mucho,... Todo ello resultaba demasiado gracioso y curioso como para no querer averiguar más.
Pero tenía que centrarme y llegar a tiempo a la residencia. Sentía que no podía quedarme ahí a su lado. No sabría explicar la razón pero me asfixié un poco.
Más aún cuando leí aquella frase en ese papel...
Me entró un escalofrío...
Bueno, la cosa es que quería ser capaz de no pasarme la parada, y a veces me adentro en las conversaciones sin darme cuenta de lo que estaba haciendo. Por lo que me bajé y punto. No quería decepcionar a mi abuela esta vez.
Sin saber muy bien en qué calle estaba, puse la dirección en google maps y decidí ir andando. Indicaba que eran 25 minutos, pero dándome algo de prisa igual podría llegar en 20. Además, tampoco tenía otra opción. El siguiente bus pasaba en media hora y los uber eran demasiado caros en la capital como para derrochar así el dinero. Ya de paso hacía ejercicio.
Se respiraba un aire fresco. Por esa zona de Madrid el tráfico era menos abundante y resultaba bastante reconfortante no tener que escuchar pitidos y motores como música ambiental durante mi trayecto.
En cambio, me centré en los edificios y naturaleza que me rodeaba.
Cuando me mudé aquí, hace tres años, para empezar la carrera, no pensaba que le iba a coger tanto cariño a esta pequeña ciudad, que de pequeña tenía poco.
Sentí que me dio un cambio que no sabía que necesitaba. Fue llegar a Madrid y tener ganas de hacer mil planes, conocer gente, trabajar, pasear, y muchas cosas que antes ni se me pasaban por la cabeza. Volvía a estar motivado y ni siquiera me había dado cuenta de en qué momento dejé de estarlo. Puede que nunca hubiera llegado a estarlo del todo en mi pueblo. Y no me malinterpretéis, Magallón me ha visto crecer y mi corazón siempre estará ahí, con mis raíces y mi gente de siempre.
Pero nunca me había sentido tan vivo hasta entonces.Mi infancia allí fue un regalo, pero como adolescente te van surgiendo necesidades y más ganas de comerte el mundo. El estar en un sitio tan pequeño donde ya te conoces todos los rincones podía llegar a agobiar.
Por eso, busqué una universidad en la capital. Quería un cambio radical, aunque tampoco sabía lo que esperar. No tenía ninguna expectativa pero me ganaba un pequeño sentimiento de que algo allí me estaba esperando.
Y aquí estaba, estudiando ingeniería naval, sin saber muy bien por qué y dedicando mis pequeños ratos al canto y la interpretación.
Pensando en todo esto me topé de frente con el edificio de "Los Jardines del Mar". Me había sumido de tal manera en mis pensamientos que en algún momento dejé de ser consciente de dónde pisaban mis pies y miraban mis ojos.
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Una casualidad con intención
Fiksi PenggemarMartin trabaja como auxiliar en una residencia... Una curiosa casualidad le lleva a chocarse con un maño y la vida cruza sus caminos. Juanjo no entiende por qué sus días solo tienen sentido cuando está con este chico... "Solo imagina lo precioso que...