Capítulo4 - El Despertar de una Bestia

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La luz blanca y brillante del laboratorio era cegadora. Cada día era lo mismo: pruebas, extracciones de sangre, preguntas sin sentido que ni siquiera tenía la energía de contestar. Me habían llevado allí hacía dos días, aunque la noción del tiempo empezaba a desdibujarse en mi mente. Apenas podía mantenerme consciente, y cuando lo lograba, sentía que me hundía más en un abismo del que no podía salir. Mi cuerpo había cambiado, lo sabía. Las pruebas constantes me habían debilitado hasta un punto en el que apenas podía mantenerme de pie durante más de unos minutos. Mis piernas temblaban con cada intento de levantarme de la camilla, y mis brazos, antes fuertes, ahora se sentían como plomo. Ni siquiera podía sostener una cuchara; lo intentaba, pero el simple esfuerzo de levantarla era demasiado. Había veces en que quería llorar, pero ni siquiera tenía fuerzas para eso. Sentía cómo el lobo dentro de mí, ese ser feroz que siempre había sentido tan presente, había desaparecido. No había rastro de él. Era como si me lo hubieran arrancado, y eso me aterraba más que cualquier cosa que los científicos pudieran hacerme. Ya no me sentía licántropa. Me sentía... vacía.

En la esquina de la habitación, pude escuchar las voces apagadas de los científicos. A veces hablaban de mí como si yo no estuviera allí, como si fuera un simple experimento y no una persona.

—¿Estás segura de que es ella? —preguntó uno de los hombres, su voz cargada de duda.

—Lo hemos comprobado mil veces. Las lecturas son correctas, pero algo no cuadra —respondió una mujer, una de las principales científicas. Era alta y delgada, siempre con un aire de frialdad, como si mi sufrimiento no le importara en absoluto.

—No lo parece... Si de verdad es la Reina de lo Sobrenatural, ¿por qué no muestra más signos de poder? —insistió el hombre, cruzándose de brazos mientras observaba mis movimientos lentos desde el otro lado de la habitación.

Sus palabras me llegaron como un eco lejano, pero lo suficientemente claro como para que algo dentro de mí se revolviera. ¿Era eso lo que pensaban? ¿Que yo no era quien decían? Mis ojos pesaban, y por más que intentaba abrirlos completamente, sentía que todo a mi alrededor se volvía borroso. Mi cuerpo estaba tan agotado que solo deseaba rendirme, dormir y no despertar más. Pero sus palabras seguían rondando en mi cabeza. ¿Cómo podía haber caído tan bajo?

—Hemos extraído demasiada sangre, tal vez deberíamos parar por hoy —propuso la mujer con un tono casi indiferente, como si mi vida o mi muerte no fueran más que un resultado secundario de sus experimentos.

—No. Si ella es realmente la Reina, necesitamos más pruebas. Algo tiene que despertar su poder —replicó el hombre, con un destello de frustración en sus ojos. Se acercó a mí, observándome como si yo fuera un rompecabezas que no podía resolver.

Lo sentía cerca, pero era incapaz de moverme. Quería apartarlo, gritar, hacer algo... pero no podía. Estaba atrapada en mi propio cuerpo, condenada a escuchar sus teorías, mientras mi lobo, mi fuerza, mi identidad, todo lo que alguna vez me hizo ser Nyx, se desvanecía cada vez más.

—¿Qué pasa si la hemos debilitado demasiado? —preguntó la mujer, mientras miraba las lecturas en la pantalla—. Tal vez hemos ido demasiado lejos.

—Si no lo resistió, entonces no es lo que pensábamos. Tendremos que buscar otro sujeto —respondió él, su voz helada, carente de empatía.

Esa última frase fue como un golpe que me sacudió hasta el alma. No era solo mi cuerpo lo que estaba en juego. Estaban cuestionando quién era yo. Todo lo que había creído, lo que me habían dicho sobre ser la Reina de lo Sobrenatural... ahora estaba siendo puesto en duda, y peor aún, yo misma lo estaba dudando. La puerta del laboratorio se abrió, y entraron más científicos. No pude levantar la cabeza para ver quiénes eran, pero sentí su presencia, el olor a químicos y desinfectante llenando el aire. Sabía lo que seguía: más pruebas, más agujas, más preguntas que no tenía fuerzas para responder.

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