IBOR
Steven llegó a nuestras vidas como un regalo de navidad.
Tras sus primeros éxitos como inversionista y mi ingreso a los Cowboys, Weston y yo decidimos pasar unas navidades viajando por Europa. Para la celebración de noche buena estuvimos en París, dónde hicimos amistad con una linda chica gitana en un bar que posteriormente se convirtió en nuestras carterista. Steven era nuestro camarero. Había tenido un mal día, sin propinas, y Weston iba a ser quién cambiara eso. Cuando esa promesa peligró, se enfocó en hallarla. En menos de dos horas teníamos nuestras cosas de regreso. Para el momento en el que nos tocaba tomar nuestro tren a Ámsterdam, el siguiente destino de nuestro tour, ya se encontraba acompañándonos. Weston le pagó para que fuera nuestro escolta durante el resto del viaje, y se quedó.
Unos años después, sigue sin irse.
Ha estado con nosotros en cada fecha importante o día normal y corriente, sin pausas o descansos, desde entonces. Lo hemos visto interactuar con mujeres, pero jamás le hemos conocido una pareja. Más allá de mencionar el origen de su familia en un pequeño pueblo francés a cuatro horas de París, su crianza en New Orleans y sus estudios superiores en el MIT, su vida es un misterio.
Weston es intrusivo, pero no puedo negar que incluso yo siento curiosidad de hacia dónde se dirige esta noche. También preocupación. ¿Nuestro guardaespaldas puede sobrevivir al mundo exterior sin nosotros? ¿Está en problemas? ¿Tiene, como dijo West, deudas con la mafia? ¿Necesita ayuda?
Steven, más que nuestro amigo, es familia, al igual que Caroline y Sofía.
—¿A dónde demonios nos está llevando?
Mi ceño se frunce mientras giro el volante de mi G-Wagon, el auto favorito de Sofía para la consternación de Weston y sus lambo. Aunque no lo quiera, involuntariamente muchas cosas me recuerdan a ella y estoy seguro de que West pasa por un infierno bastante similar también.
—No lo sé. No conozco tanto la zo... ¿ese es el Majestic?
—Sí, ¿pero qué hace Steven aquí?
Me detengo a unos autos de distancia del suyo.
Quiero creer que no nos ha visto todavía, pero es absurdo. Es un experto en materia de seguridad. Lo único que juega a nuestro favor en este instante es la cantidad de vehículos alrededor del teatro. El brillo cegador de sus faroles y de las luces que poseen los letreros a nuestro alrededor. El ruido y el caos que nos envuelve. Salvo por eso, somos los peores espías. Como elefantes escondiéndose tras un poste debido a que mi auto no es precisamente discreto.
Aun así, era lo menos llamativo que tenemos en nuestro garaje.
—¿Le gusta el teatro? —pregunto.
—Sí, pero no este tipo de teatro. Es un snob que incluso critica las obras de arte del Louvre y del Prado. —Recuerdo estar muriendo de hambre y de sed con Weston por un día entero mientras Steven nos contaba el significado tras cada detalle de cada obra en el Prado. De miles de pinturas y esculturas—. Hasta donde tengo entendido este no es su tipo de arte.
—Quizás no lo conocemos tan bien como creemos. —No sabía que tenía un Mercedes negro, similar a una pequeña limusina, por ejemplo, o que inclusive lo guardaba en casa—. O quizás tiene una novia drag y no sabe cómo enfrentarlo.
—No creo que sea eso... mierda. —Los dos observamos cómo sus ojos brillan cuando se enfocan en una mujer, u hombre vestido de mujer, saliendo del teatro—. Tienes razón, Ibor. Steven está saliendo con un travesti.
Trago, esforzándome por no sonar sorprendido.
No hay nada de qué sorprenderse si ese es el caso.
—Steven tiene una novia drag. —Pongo el auto en marcha, listo para irme mientras me acostumbro a las palabras antes de que él mismo nos las diga—. Bueno. Misterio resuelto. —Lo miro—. Debemos alegrarnos por él, Weston. Siempre ha estado ahí para nosotros. No podemos lucir alterados o juz...
ESTÁS LEYENDO
Suyos (Posesión #2)
Roman d'amourCuando la contrataron como la niñera de sus hijos Weston e Ibor jamás habrían podido prevenir el efecto que Sofía García tendría en sus vidas. La manera en la que encajaría a la perfección en su familia, con sus hijos y con ellos. Cuando la despidie...