Él se esconde entre los restos de esa casa. Quiere atraparte y que seas su niña buena. ¿Aceptas?
Para empezar, Drew nunca debió dejar a su hermana sola en el bosque. Eso selló el destino de su familia. Ahora la pequeña se encuentra perdida en las cu...
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Me puse mis zapatos y bajé lo más rápido que pude. Abrí con cuidado la puerta principal y encendí la linterna, preparado para cualquier cosa, pero solo me topé con los destrozos de mi perro.
La bola de pelos había hecho un enorme agujero en el jardín, cerca de los rosales que mamá plantó horas antes. Las rosas estaban intactas y era cuestión de tiempo para que las destruyera también.
—Max, deja eso —susurré—, nos meterás en problemas.
Max corrió con algo en el hocico y lo dejó en mis pies. Era una pequeña figura de madera muy detallada de un hombre con garras inmensas.
De pronto, la linterna de mi celular se apagó y me fue imposible encenderlo. Era como si se hubiera quedado sin batería, cosa absurda, ya que estaba cargado.
Max comenzó a ladrarle a unos arbustos para después cambiar sus ladridos a unos más amenazantes. Él era muy amigable, pocas veces ladraba, por lo que me llevó a pensar que alguien se escondía en la oscuridad. Podía ser algún loco, o bien, algún gato o ratón.
El aire frío me hizo querer regresar a la casa de inmediato, sin descubrir el causante del miedo de mi perro.
—¡Max! —grité—, ¡regresemos a la casa!
Mi perro no respondió y ya no hizo ruido.
No lo podía dejar, así que caminé torpemente entre las plantas, llamándolo una y otra vez. En una mano tenía mi celular que seguía apagado, y en la otra el muñeco extraño de madera. Vaya armas que tenía para defenderme.
Las espinas de los rosales me arañaron las piernas. Sonreí incómodo al imaginar que no eran espinas, sino uñas las que me hacían daño.
Mis pensamientos quedaron de lado al notar que algo se movía cerca de mis pies y creí que se trataba de Max. Cuando estuve a punto de atraparlo, alguien encendió las luces del jardín y cerré los ojos por tanta luz.
Me di un par de golpes con la manga de mi camisa y después me agaché para atrapar por fin a Max. Mi sorpresa fue muy grande al comprobar que estaba solo. Max no era esa silueta, de hecho, estaba del otro lado del jardín, quieto y viendo a la pared.
—¿Está todo bien?
La voz de mamá en la puerta me hizo olvidar el miedo que comenzaba a sentir. Con mis manos frías, metí la figura de madera en el bolsillo de mi pantalón y entré a la casa para después llamar a Max.
—Perdón si te desperté, detuve a Max antes de que hiciera estragos en el jardín.
Mamá sonrió y acomodó mejor la bata rosa que llevaba puesta.
—No importa, cariño. Sube a dormir.
Caminé como si todo estuviera bien, aunque me sentía mareado y con ganas de vomitar. Apenas llegué y me dejé caer en la cama, presa de un inmenso cansancio.