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Entonces Max se despertó

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Entonces Max se despertó.

Dio un brinco y se paró rápidamente, ladrando como loco. Sin embargo, no se lanzó sobre la criatura. Más bien, parecía asustado, al igual que yo.

Me distraje un segundo con mi perro y, al ver de nuevo el lugar donde esa cosa estaba, no había nada más que unas cuantas cajas de la mudanza.

La criatura se había ido.

La presión en mi pecho desapareció y lo primero que hice fue levantarme para encender la luz.

Apenas y mis dedos tocaron el interruptor, Max dejó de ladrar. De una patada tiré las cajas y confirmé que éramos los únicos en la habitación.

¿Qué era esa cosa?

Me quité la playera llena de sudor y me dejé caer en el borde de la cama con la mirada fija en el lugar en donde había estado esa criatura.

Max no perdió el tiempo y se acostó sobre mis piernas. Solo lo tenía a él, parecía ser que el cachorro era el único que miraba las mismas cosas que yo.

Así nos estuvimos el resto de la noche y fui incapaz de apagar la luz otra vez.

***

—Mi nena, eres muy inteligente.

Entré a la cocina con un dolor de cabeza infernal y me encontré con mamá y Molly abrazadas mientras reían.

—Buenos días, hermanito —Molly corrió a abrazarme y me apretó con demasiada fuerza.

—Hola —respondí un tanto incómodo.

—Te hice una sorpresa, ¿ya no estás enojado conmigo?

En la mesa estaba una torre de panqueques con miel y al lado una especie de jugo que me fue imposible descubrir lo que era.

—Vamos, hijo. Tu hermana se esforzó en hacer tu comida favorita.

—Está bien.

Fingí una sonrisa y me senté, no sin antes ver que Max pasaba de largo, con su semblante decaído directo a la sala. Hoy lo llevaría con el veterinario, no podía seguir así ni un día más.

Pensando en eso, corté un pedazo de panqueque y me lo llevé a la boca. Fue, por mucho, lo peor que había probado en toda mi vida y enseguida pensé en escupirlo. Tenía trozos afilados de algo y el sabor era espantoso, como a fruta ácida.

Aproveché que Molly estaba de espaldas para escupir todo en una servilleta.

—Esto sabe horrible —susurré.

—Andrew, no seas grosero. Solo cómelos —susurró mamá—. Se esforzó mucho. Tienen una que otra cáscara de huevo, pero fue porque lo hizo sola.

Molly puso más sobre mi plato y sonrió de forma exagerada, mostrando su dentadura incompleta.

Señor RasguñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora