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—¿Perdón?

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—¿Perdón?

—Debemos encontrarlos. —La mujer tiró de mi brazo con fuerza—. Ven conmigo al bosque.

—¡Diana! —Un hombre de barba y traje formal se acercó a nosotros y tomó a la mujer de ambos brazos, casi cargándola—. Disculpa a mi esposa, jovencito. No se encuentra bien.

No dije nada y observé en silencio cómo se la llevaba a la fuerza hasta obligarla a entrar al asiento de atrás de una camioneta negra.

¿Criatura que se había llevado a mi hermana? ¿A qué se refería con eso?

—Necesito de su atención, por favor —La voz del policía me hizo olvidar a esa señora—. Marian es una niña con mucha energía, muy sociable. —Enseñó una foto que mamá había llevado—. Son relativamente nuevos en el vecindario, por lo que no tenía amigos con los cuales ir a jugar. Vestía un overol amarillo con una blusa azul, además...

Mamá lo empujó como loca y se paró frente a las cámaras. Ya no quedaba rastro de su actitud destrozada de antes. En su lugar, sus ojos abiertos de par en par y su cabello alborotado me asustaron.

—Quién se llevó a mi niña —dijo casi gritando—, sepa que no le guardo rencor. Gracias por encontrar a mi nena en el bosque y sé que no quiere hacerle daño, solo le ruego que la regrese a salvo.

No soportaba verla así y yo no estaba siendo de ayuda, por lo que le arrebaté la correa de Max a Britt y, por quinta vez, intenté entrar al bosque.

Esta vez tuve suerte, ya que los policías estaban demasiado ocupados calmando a mamá y no se dieron cuenta de que me uní a los grupos de búsqueda organizados por los vecinos.

—Hay treinta mil hectáreas que cubrir, sabes las posibilidades que hay de encontrarla antes de la noche.

Las personas hablaban y hablaban, siguiendo sus mapas o viendo su celular. Yo solo tenía a Max y esa inquietud que lo llevaba a olfatear a todos lados.

De un momento a otro, ladró eufórico y me arrastró fuera del camino trazado por los guardabosques. Lo seguí sin pensarlo y apreté con más fuerza su correa. Tal vez Molly se había salido del camino jugando y ahora estaba perdida. La esperanza golpeó mi pecho y corrí más rápido, sin importarme los gritos de mis dos amigos a mis espaldas.

—¡Molly! —grité lo más fuerte que pude.

La vegetación y el sonido de los animales no ayudaban en nada. Más de una vez, mi mente creyó que Molly estaba gritando, pero Max me traía de vuelta a la realidad con sus ladridos.

Le gruñía a un árbol en especial: un viejo cedro con las hojas amarillas y marchitas.

Pronto comprendí su alboroto. En medio de las ramas se encontraba una persona, una chica más o menos de mi edad, con el cabello largo negro. Un camisón blanco cubría únicamente su cuerpo esquelético lleno de tierra y suciedad.

Hacía un ruido extraño mientras se lamía las manos como una desquiciada. Me llevó un rato entender que estaba comiendo una bola de tierra, de la cual salían unos gusanos negros y otros un poco más pequeños de color amarillo.

Saqué el celular de mi bolsillo y le tomé un par de fotos, antes de que un enorme gusano negro cayera en mi cara.

—Mierda, qué asco.

Lo arrojé al suelo y Max corrió para olfatearlo.

Al parecer, nuestra presencia no le impedía a la mujer seguir comiendo su delicioso banquete, ya que escuchaba sus lamidas y sofocación justo arriba de mi cabeza.

Más gusanos cayeron sobre mi cara y dejaron una masa viscosa que me quité desesperado con el borde de la camisa, uno incluso cayó cerca de mi boca.

Escupí un par de veces. Primero ese hombre loco de las garras y luego esta chica que parecía salida de un auténtico manicomio.

—¡Drew! —gritó Jeremy como loco.

Le hice señas a mi amigo para indicarle que ya iba y, al ver de nuevo a la mujer, esta había desaparecido.

—Drew, me quedaré sin garganta si te sigo gritando.

—Una mujer estaba en ese árbol. —Señalé las ramas del cedro.

—¿Una mujer? ¡Tu hermana! —exclamó feliz.

—No, era más...

El sonido de un silbato nos hizo guardar silencio y voltear a la izquierda, donde estaba el camino de los guardabosques.

—¡Por aquí, encontré algo! —gritó un hombre no muy lejos de nosotros.

Poco me importó esa misteriosa mujer y me alejé de ese viejo cedro, deseando con todas mis fuerzas ver a Molly de nuevo.

Poco me importó esa misteriosa mujer y me alejé de ese viejo cedro, deseando con todas mis fuerzas ver a Molly de nuevo

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Señor RasguñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora