Prólogo

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Y siempre estaba ahí, acechandome entre las sombras, con sus ojos rojos resplandeciendo en la vasta oscuridad que rodeaba mi hogar. No sabía que quería y jamás lo sabré, porque un dia simplemente dejó de vigilarme.

Me preocupé.

Estuve noches en vela y días sin comer

Hasta que una noche de luna de sangre, apareció

Su ropa estaba cubierta de sangre y se chupaba los dedos y desde ese momento, comenzaron a desaparecer chicos jóvenes en el pueblo y solo yo sabía quién era el culpable pero no hablaba por miedo a ser la siguiente.

Llegué a casa luego de un día largo. Me saqué la sudadera y la lancé a un rincón de la habitación, donde yacían otras salpicadas con sangre de todos aquellos que se había cruzado en mi camino. Aquellos que tuvieron mala suerte.

Me detuve frente al espejo y me miré las manos. La sangre corría por entre mis dedos, sangre aún fresca.

Mi rostro se reflejaba algo translúcido en el objeto frente a mi, recordándome mi falta de alma, de humanidad.

Escuché varios gemidos de dentro del armario. Puse los ojos en blanco y decidí abrirlo. Ella estaba ahí, la chica que tanto me espiaba desde su ventana, a la que tanto me era difícil eliminar.

-Shhh -ella se inquietó dentro del armario y sus ojos verdosos se fijaron en mi, llenos de incertidumbre y miedo.

Sentimientos que tanto amaba.

Que me hacían sentir un poco más viva.

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