Hoy, un día después.
Kiolle, incapaz de volver a casa, había pasado la noche recibiendo un tratamiento meticuloso en el Palacio del Sol y ahora se encontraba aquí.
Quería desesperadamente averiguar qué ocurría en aquella situación, pero era imposible con sus habilidades. Había intentado decirle al sacerdote que le trataba que algo le parecía extraño, pero éste se limitó a reírse y le dijo que no era necesario ser tan modesto. Con los demás era igual. Tal vez podría hacer preguntas sobre la situación si volvía a encontrarse con la Subcomandante de la Caballería o con la Emperatriz, pero nunca aparecieron.
'Sólo vine porque me dijeron que debía recibir un breve saludo antes de irme a casa... ¿Por qué demonios sigo en este sitio...?'.
La Emperatriz se acercó a Kiolle, que estaba medio fuera de sí.
"Sir Kiolle da Diarca. Me alegra verle con buen aspecto. Muchas gracias por lo de ayer".
Vista de cerca, la Emperatriz era, en efecto, exactamente igual en complexión y andares a aquella noble que había visto ayer. Y pensar que no había reconocido que era la Emperatriz sólo porque llevaba velo. Sintiéndose engañado, Kiolle abrió ligeramente la boca.
"Lo siento, pero de verdad que no entiendo qué está pasando".
"¿Qué quiere decir?"
"Acabo de ayudar a una noble que hacía trabajo voluntario cuando pasaba por allí, y cuando de repente aparecieron unos atacantes, me enfrenté a ellos... ¿Cómo debería pensar en esta situación?"
"Deberías pensar en ello positivamente".
La Emperatriz sonrió y respondió amable y alegremente.
"Como usted dijo, ayer salí a hacer trabajo voluntario con mis damas de compañía, ocultando mi rostro. Era algo natural para una actividad que debía realizarse de forma anónima. Inesperadamente, mi estado empeoró un poco, así que descansé en el carruaje, y durante ese tiempo aparecieron los asesinos. Valientemente te pusiste delante del carruaje y luchaste contra ellos. Es una verdadera suerte que nadie resultara herido excepto los asaltantes".
"..."
"Así es como la gente recordará los acontecimientos de ayer".
"...¿Perdón?"
"Usted también lo sabe, ¿verdad? A quién se dirigían realmente ayer esos asaltantes".
Un escalofrío recorrió por un momento la espina dorsal de Kiolle.
'Sí. Por eso hemos venido preparados. Pequeña rata'.
La fría risa del asesino volvió a resonar en su mente. Sacudió los hombros y abrió y cerró los labios varias veces antes de conseguir por fin exprimir la voz con dificultad.
"Bueno, bueno. ¿Esos tipos de ayer, realmente, iban a por mí...?".
"..."
"Está... bromeando, ¿verdad?"
"¿Qué le parece?"
La Emperatriz se limitó a mantener una leve sonrisa. Su rostro claro nunca había parecido tan aterrador.
'¿Es... es esta persona realmente Su Majestad la Emperatriz?'
La actual Emperatriz del Imperio de Orr, Rosa Faria La Orr, nació como hija de una familia noble caída en desgracia que no se diferenciaba de los plebeyos, pero por suerte se convirtió en hija adoptiva de la familia ducal de Herne, que no tenía hijas en edad de casarse, y más tarde, rompiendo las expectativas de todos, obtuvo la victoria final en la prueba de selección de Princesa Heredera. Decirlo así podría hacerla parecer una persona muy ambiciosa, pero la imagen que la mayoría de los nobles tenían de ella era más cercana a la de una muñeca lastimera sentada sola como una estatua custodiando el asiento vacío del Emperador. Asistía a todas las reuniones y encuentros en los que tenía que participar la familia imperial, pero nunca había demostrado la capacidad de dominar ninguno de ellos.