¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
❝∘₊✧───𝑌𝑜 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑜 𝑑𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑑𝑖𝑣𝑒𝑟𝑠𝑖𝑜́𝑛, 𝑎𝑚𝑜𝑟.❝❞
HAN PASADO DOS SEMANAS DESDE AQUEL INCENDIO. Luego de esa horrible situación, tuvimos que fingir ser personas normales y ocultar el hecho de que venimos de un loquero, para que una pareja de ancianos nos sacaran de allí. Y ahora estamos en Chicago.
Fue difícil. No tenía a nadie y estoy sola con un maldito psicópata. Porque sí, Thomas que contó de la manera más tranquila que era un jodido loco y que sufría del trastorno de identidad disociativo o personalidad múltiple, respondiendo a mis dudas con sus constantes cambios de humor
Siempre estaba esa personalidad que era amable e incluso casi logro que me deje ir, pero llegó la otra personalidad fría, que es absolutamente terrorífica, y sufrí las consecuencias.
Tengo demasiado miedo. Quiero volver a Mystic Falls y matar a Elijah Mikaelson. Quiero regresar con mi mamá.
Ayer he intentado escapar, pero fui muy lenta. Gracias a eso, me gané un moretón en mis costillas, un labio roto y un ojo morado.
Cuando el sol caída, él salía a no sé dónde y no volvía hasta la madrugada. Así que tengo un plan. Esperaré a que él se vaya, me arreglaré, tomaré el arma que tiene escondida, abriré la puerta e iré al bar más cercano. Conseguiré a alguien con auto que querrá pasar la noche conmigo y, al momento momento de subirme a su auto, lo apuntaré con el arma y lo obligaré a llevarme a Mystic Falls.
—¿Qué haremos ahora? —Le pregunto en voz baja, mientras lo observo parado en la ventana del asqueroso motel que pusimos conseguir, ya que le robó a los ancianos. Pobrecitos.
Estoy sentada en la cama de la habitación.
Él no me mira—. Estamos estancados, Nat. Estoy intentando conseguir un empleo.
Miro al suelo, mientras aprieto mis rodillas contra mi pecho—. Quiero volver a mi casa. Mi pueblo...
Él deja de mirar y se gira—. Joder, Nat... —Niega con la cabeza y se acerca a mí —. ¿Otra vez con lo mismo? —me muevo hasta que mi espalda choca contra mi espalda. Me agarra por la mandíbula, tiemblo bajo su toque—. Ya te lo he dicho, Natasha... No. Te. Alejarás. De. Mí. —una lágrima se escapa de mi ojo y él la limpia—. Oh, Nat... No llores, amor. Tranquila.
Me alejo de su toque, asqueada—. Sueltame.
Su mirada se oscurece, pero no se mueve, en cambio camina hacia el pequeño armario desgastado y lo abre, sacando su abrigo.
Carajo, es el momento.
Sin más, él sale por la puerta y espero varios minutos para empezar con el plan.
