GÖTZ

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Luke permanecía sentado en el borde de su cama, las manos apretadas sobre las rodillas, su mirada fija en un punto indeterminado del suelo. La puerta de su habitación se abrió con un sonido metálico, y al levantar la vista, se encontró con la figura alta y solemne del doctor Devereux. Con su bata gris y sus ojos insondables, Devereux parecía llenar la pequeña habitación de una oscuridad más densa, como si él mismo fuera capaz de absorber la luz que lo rodeaba. Dio un paso adelante, observando a Luke con aquella mirada que parecía traspasar la piel, buscando algo escondido en lo profundo de su ser.

-Luke, querido joven -comenzó Devereux en su tono perfectamente modulado y grave, una voz que bordeaba la devoción-. He venido a hablar contigo de algo crucial... algo que, creo, podría salvarte.

Luke levantó la vista, y aunque sus labios permanecían tensos, sus ojos reflejaban una chispa oscura. Pero antes de que pudiera responder, una ligera convulsión recorrió su rostro. Sus músculos faciales se tensaron y sus ojos tomaron una intensidad diferente, más agresiva, más desafiante. Cuando habló de nuevo, la voz ya no era la de Luke; su acento era marcado, fuerte, casi burlón. Era Götz.

-¿Salvar? ¿Tú, pedazo de imbécil? -Götz entrecerró los ojos, su voz teñida de un acento alemán que retumbaba con dureza en la habitación. Soltó una carcajada seca, despectiva, que resonó como un tono burlón-. ¿Crees que puedes salvar algo aquí, doctorcito? ¡Eres solo un títere que juega a ser Dios!

Devereux permaneció en silencio, evaluando aquella repentina aparición con una calma estudiada, aunque un leve fruncir de cejas delataba que no esperaba esta respuesta. Götz lo observó con una sonrisa perversa y, sin dudarlo, escupió directo al rostro del doctor. La saliva cayó con un impacto suave, resbalando por la mejilla de Devereux, quien apenas parpadeó, manteniendo su expresión serena.

-Pequeños actos de rebeldía... -murmuró Devereux mientras se limpiaba el rostro con un pañuelo que sacó lentamente de su bata-. Los gritos desesperados de un alma en pedazos.

Götz dejó escapar una risa sarcástica.

-Llámalo como quieras, bastardo. Pero tú y tus "redenciones" no son más que veneno disfrazado. ¿Sabes qué eres, doctor? Solo un miserable que juega con lo que no entiende.

Devereux inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera analizando cada palabra, cada gesto de esta personalidad. Su mirada se tornó fría, casi distante.

-Eres una pieza interesante -dijo finalmente, su tono mesurado, como si hablara desde una altura inalcanzable-. Lamentablemente, aún no puedes comprender el propósito de tus tormentos. Pero tranquilo... todo llega a su tiempo.

Götz lanzó una última mirada de odio al doctor antes de desviar los ojos, como si el simple acto de mirarlo fuera nauseabundo. Luego, en un parpadeo, la dureza en su expresión se desvaneció y Luke volvió a tomar control. Confundido, miró alrededor, como si no recordara cómo había terminado esa conversación.

Devereux lo observaba, sus ojos fríos y calculadores.

-Tranquilo, Luke. Estás en buenas manos -dijo, su voz envuelta en una serenidad perturbadora-. Aquí todo es parte del proceso.

Luego hablaremos sobre tu curioso inquilino...

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Cuarto de Luke...
y de Götz

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