La tarde de verano se deslizaba con esa pereza característica de los días largos, donde el tiempo parecía detenerse entre los rayos dorados del sol. La luz que se colaba por las cortinas bañaba la habitación con un resplandor cálido, mientras las melodías de Nathy Peluso llenaban el espacio con un ritmo hipnótico. Parecía que nada podía perturbar esa calma… hasta que mi teléfono vibró entre mis manos.
Era Beba. Su mensaje, como siempre, directo y tentador:
"¿Qué tal? Mañana volvemos a la rutina. ¿Te apetece una noche de despedida antes del caos?"
Suspiré. La idea era más que atractiva, pero mi conciencia no tardó en recordarme que al día siguiente tenía clases. Ya me imaginaba arrastrándome por los pasillos con el cansancio dibujado en la cara. Estaba a punto de responder con un “no, mejor otra vez” cuando mi teléfono volvió a sonar. Esta vez era Orlando, mi mejor amigo.
—No puedes decir que no —fue lo primero que dijo con su tono calmado, ese que siempre lograba convencerme—. Será una noche tranquila, te lo prometo.
Con Orlando nunca podía resistirme. Había estado a mi lado en los peores momentos, como cuando salió del clóset y su familia decidió darle la espalda. Fue una época dura, pero juntos encontramos la manera de salir adelante. Ahora era mi turno de dejar que su voz me calmara.
—Está bien, pero solo un rato —respondí, sin poder evitar sonreír.
Me cambié rápido, eligiendo algo cómodo pero bonito. Mientras bajaba las escaleras, mi papá me interceptó con su mirada de “ya sé lo que estás planeando”.
—¿Vas a salir? —preguntó, cruzándose de brazos.
—Solo voy a cenar con Beba y Orlando. No tardaré, lo prometo.
—Mañana tienes escuela, Gala. Quiero verte despierta y lista a primera hora.
—Lo sé, papá. No te preocupes.
Le lancé un beso al aire y salí antes de que pudiera seguir con sus advertencias.
El restaurante al que llegamos era pequeño, acogedor, con luces cálidas que iluminaban las mesas llenas de gente charlando animadamente. Allí estaban ellos, mis dos pilares. Beba, con su risa explosiva y su energía inagotable, y Orlando, siempre el equilibrio perfecto entre nosotros. Apenas me senté, las bromas comenzaron a volar y pronto nos sumergimos en una conversación que hacía que todo lo demás desapareciera.
Pero entonces lo vi.
En una mesa al fondo, casi oculta por la penumbra, estaba él: Agustín. Al principio pensé que mi mente me estaba jugando una mala pasada, pero no había forma de equivocarme. Era él. Estaba inclinado hacia una chica, demasiado cerca, como si el mundo se redujera a ellos dos. Mi corazón dio un vuelco, y el aire pareció quedarse atrapado en mis pulmones.
Beba notó mi cambio de expresión de inmediato.
—¿Qué pasa? —preguntó, pero no le respondí.
Mis ojos estaban fijos en ellos. Y entonces lo vi: el beso.
Fue breve, pero lo suficientemente claro como para que no quedara duda alguna. Sentí como si el suelo bajo mis pies se desmoronara, dejando un vacío que se expandía en mi pecho.
—Es Agustín —susurré, más para mí que para ellos.
Orlando giró la cabeza hacia donde yo miraba, y su expresión cambió de sorpresa a furia contenida.
—Ese idiota… —murmuró, pero yo ya estaba de pie.
Mis pies se movieron solos, llevándome hacia él antes de que pudiera pensarlo dos veces. La chica notó mi presencia primero. Sus ojos se abrieron como platos, y se apartó, incómoda. Agustín levantó la vista y, al verme, su rostro se transformó. Pasó de la sorpresa a la culpa en cuestión de segundos.
—Gala… —empezó, pero lo interrumpí.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté, tratando de mantener mi voz firme, aunque sentía que se quebraba.
—No es lo que parece —dijo rápidamente, poniéndose de pie.
—¿No es lo que parece? ¿Entonces qué es? —espeté, sintiendo cómo la rabia reemplazaba al dolor.
La chica trató de disculparse, pero le lancé una mirada que la hizo callar.
—¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto? ¿Desde cuándo soy tu segunda opción? —mi voz se elevó, y el resto de los comensales comenzaron a mirarnos.
—No es lo que piensas, Gala. Fue un error… —balbuceó, pero sus palabras sonaban vacías.
—¿Un error? ¿Como el de venir aquí con ella, el de besarla? No me vengas con excusas, Agustín.
Intentó acercarse, pero retrocedí, levantando una mano para detenerlo.
—Se acabó. No quiero volver a verte.
En ese momento, Beba y Orlando llegaron a mi lado.
—¿Qué está pasando aquí? —dijo Beba, fulminándolo con la mirada.
—Nada que valga la pena —respondí, sintiéndome más fuerte con ellos a mi lado.
Orlando me rodeó con su brazo y me guió hacia la salida, pero no sin antes escuchar a Beba murmurarle algo a Agustín que prefiero no repetir.
Cuando salimos, el aire fresco de la noche golpeó mi rostro, y no pude contener más las lágrimas. Me derrumbé en los brazos de mis amigos, dejando que el dolor saliera en cada sollozo.
—Estamos contigo, Gala. Siempre —dijo Orlando, acariciándome el cabello con ternura.
—Ese imbécil no te merece. Tú vales mil veces más que él —añadió Beba, su tono firme pero lleno de cariño.
Cuando por fin logré calmarme, los miré a ambos, agradecida.
—Gracias por estar aquí. En serio. No sé qué haría sin ustedes.
—Por ti, cualquier cosa —respondió Orlando con una sonrisa—. Incluso si quieres que volvamos y le demos su merecido.
—Lo pensaré —dije, esbozando una pequeña sonrisa.
Esa noche, cuando llegué a casa, lo primero que hice fue bloquear a Agustín en todas partes. No merecía ni un segundo más de mi atención.
El amanecer trajo consigo una sensación de esperanza. Aunque el dolor seguía ahí, sabía que con Beba y Orlando a mi lado, todo sería más fácil. Al llegar a la escuela, me recibió el abrazo cálido de mi mejor amiga.
—Hoy empieza un nuevo capítulo. Vamos a demostrarle al mundo que no necesitamos a ningún patán para brillar —dijo Beba, guiñándome un ojo.
Y tenía razón. Era hora de empezar de nuevo.
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Never Let Me Go (Completa)
Fiksi PenggemarConoce a Gala, una joven atrapada en un torbellino de emociones después de una ruptura dolorosa. Su vida da un giro con Karime, enigmática y apasionada. ¿Podrá Gala encontrar su verdadero yo y superar sus miedos para amar de nuevo? ¿O sucumbirá al m...