La ciudad respira en susurros esta noche, y la luna, fría y distante, observa desde su trono en el cielo. Cada calle parece un laberinto, cada esquina un abismo. Camino rápido, sintiendo el peso de los edificios antiguos como si sus piedras tuvieran ojos. El aire tiene una cualidad densa, casi viscosa, como si tratara de empujarme hacia atrás, como si intentara advertirme que no siga adelante.
Es irónico. Toda mi vida me han dicho qué hacer, a dónde ir, cómo pensar. Todo con el fin de controlarme, de ver si podían moldearme en algo que no soy. Así que ahora, cuando siento esta misma presión en el aire, lo único que quiero hacer es desobedecer. La curiosidad me arde en el pecho. A veces me pregunto si he sido marcada por el destino para atraerme a lo oscuro, lo prohibido, lo que nadie más ve.
Esta noche no puedo evitarlo, y aunque me digo que solo doy un paseo para despejar la mente, sé que hay algo más. Desde hace semanas, los rumores en el psiquiátrico donde trabajo han crecido. Pacientes desaparecidos sin razón aparente, susurros de figuras misteriosas que aparecen en los corredores, sombras que parecen más vivas que los propios cuerpos. Ayer fue Raúl, un hombre que pasaba sus días inmóvil, con la mirada perdida. Nadie le daba importancia, hasta que simplemente no estaba más.
Me detengo al escuchar un ruido en un callejón a mi izquierda. No sé qué espero encontrar, pero no hay nada. Solo la oscuridad, silenciosa y profunda. Me siento atraída hacia ella. Hay algo en la negrura que me llama, una invitación susurrada que no puedo ignorar. ¿Será una advertencia o una bienvenida? No puedo estar segura.
Pero al dar el primer paso, lo siento. Un escalofrío. No un miedo común, sino un terror que llega desde algún rincón profundo de mi mente. Esa vieja sensación, la misma que me consumía de niña, en aquellos días de experimentos y de luces frías y quirúrgicas. La sensación de ser observada, de ser pequeña y atrapada en un mundo que me supera.
Sin embargo, avanzo.
—Así que tienes curiosidad —murmura una voz desde la oscuridad, baja y seductora, con una musicalidad inquietante.
Mis pies se detienen. Mi corazón se acelera, pero no retrocedo. Sigo observando el callejón, intentando distinguir alguna figura en las sombras. Y entonces, ahí, a contraluz, veo una silueta. Alta, esbelta, de postura elegante y firme. Y cuando da un paso hacia la luz de la luna, mis ojos se encuentran con los suyos.
Esos ojos. Verdes, profundos, tan oscuros que parecen querer devorarme y a la vez leer cada rincón de mi alma. Siento que el tiempo se detiene, que el mundo alrededor se desvanece. No tengo ni idea de quién es esta mujer, pero sé que mi vida acaba de cambiar para siempre.
—¿Quién eres? —logro preguntar, intentando mantener mi voz firme.
Una sonrisa juega en sus labios, una sonrisa peligrosa, como si la misma noche hubiera decidido ponerse un rostro. Su cabello, oscuro y ondulado, cae en cascada por sus hombros, y aunque cada fibra de mi ser me grita que salga corriendo, no puedo moverme. Es como si estuviera atrapada en su órbita.
—Alguien que sabe quién eres tú, Infinity —responde, y mi nombre en su boca suena casi como un secreto compartido, una promesa rota. Siento un escalofrío.
¿Cómo lo sabe? Nadie, fuera de esos muros grises y tristes del psiquiátrico, debería saber quién soy.
—¿Qué quieres de mí?
Ella se acerca, sin dejar de mirarme, y su voz es un susurro que parece acariciar mis pensamientos, colarse en mis dudas. —No soy yo quien quiere algo de ti. Eres tú quien ha venido a buscarme.
Mi mente da vueltas, buscando alguna respuesta lógica, pero no la hay. Solo hay esa atracción inexplicable, esa necesidad que no comprendo. Algo en ella me resulta extraño y familiar al mismo tiempo, como si la hubiera conocido en otra vida o en otra realidad. Siento mi propia respiración, profunda y pesada.
—Te equivocas, yo no te he buscado. Solo... —mi voz se quiebra, traicionando mis propios nervios. Ni siquiera sé cómo terminar esa frase.
Ella ríe suavemente, un sonido oscuro y dulce, y entonces da un paso más hacia mí, lo suficiente para que su sombra me envuelva. No hay peligro real en su cercanía, pero una parte de mí siente que algo está a punto de cambiar de manera irrevocable. Sus dedos rozan mi mejilla y, por un momento, el frío se apodera de mi piel, una frialdad que se siente profunda, casi dolorosa, pero innegablemente real.
—Te encuentras en el borde de algo, Infinity. Un límite. Tienes dos opciones: dar la vuelta y regresar a tu pequeña y cómoda vida... o dar un paso al vacío y descubrir quién eres realmente.
La miro, incapaz de apartar la vista, mi mente atrapada entre la razón y el deseo de saltar. Porque, en el fondo, siempre he sabido que mi vida es una búsqueda de respuestas, de significado, de algo más allá de lo que el mundo cotidiano puede ofrecerme.
—¿Qué eres tú? —murmuro, sabiendo que esta es la pregunta que realmente quiero hacer.
Ella sonríe, una sonrisa que muestra algo más que simple humanidad, y en sus ojos hay una chispa de algo antiguo, salvaje, inmortal.
—Soy el eco de una estrella perdida, como tú, Infinity. Alguien que conoce el abismo... y todo lo que hay en él.
Su respuesta me cala hasta los huesos, y antes de que pueda preguntar más, ella se desvanece, desapareciendo en las sombras como un sueño al amanecer.
Me quedo sola en la calle, el eco de sus palabras resonando en mi mente. Y aunque todo en mi vida ha sido un intento de alejarme de los horrores de mi pasado, esta noche, en este callejón oscuro, siento que acabo de abrir una puerta hacia un mundo aún más desconocido.
Un mundo del cual, en el fondo, sé que ya no podré escapar.

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Ecos de una estrella perdida
Mystery / ThrillerCuando Infinity, una joven con un pasado marcado por oscuros experimentos y un dolor profundo, comienza a investigar una serie de desapariciones en el psiquiátrico donde trabaja, no imagina que su búsqueda la llevará a un mundo de sombras y secretos...