La sombra de un anhelo

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La noche siguiente, al cruzar las puertas del hospital, siento que el lugar ha cambiado. Hay algo más denso en el aire, una quietud que no había notado antes, como si el edificio mismo estuviera guardando un secreto. Desde mi encuentro con aquella mujer, su imagen no ha dejado de rondar mi mente: su figura envuelta en sombras, esos ojos verdes que parecían comprender algo que yo no. Me esfuerzo en concentrarme en el trabajo, pero mi mente vuelve a ella una y otra vez, incapaz de sacudirse la sensación de que lo que ocurrió anoche fue solo el principio.

Al final de mi turno, mientras recojo mis cosas, oigo algunos susurros en el pasillo. Hablan sobre las desapariciones. Primero fue Raúl, un paciente que apenas hablaba y pasaba los días en silencio. Luego, Marie, una enfermera dulce y amable, desapareció sin dejar rastro. Nadie sabe qué ha ocurrido, pero el miedo empieza a crecer en cada rincón del hospital.

No puedo evitar pensar en la mujer que vi anoche. Algo en mí me dice que ella está conectada con esto, aunque no sé cómo ni por qué. Una fuerza invisible me lleva a caminar hacia el callejón donde la encontré, como si algo en mí supiera que ella estaría allí, esperándome.

El aire está helado y mis pasos resuenan en la oscuridad, pero sigo adelante. Finalmente, al girar la esquina, la veo. Está ahí, de pie en el mismo lugar, como si formara parte de la noche misma. Su figura esbelta se confunde con las sombras, y sus ojos verdes me observan con una intensidad que me deja sin palabras. Algo en su mirada me envuelve, un magnetismo inexplicable que me hace sentir a la vez atraída y en peligro.

Nos quedamos en silencio, en una pausa cargada de tensión. Finalmente, rompo el silencio, sin poder contener las preguntas que han estado atormentándome desde anoche.

—¿Quién eres? —pregunto, tratando de mantener la voz firme.

Ella sonríe apenas, un gesto sutil y enigmático, pero en sus ojos hay algo más: una tristeza profunda, una sombra que parece tan antigua como ella.

—Alguien que lleva tiempo observándote —responde, y sus palabras flotan en el aire, cargadas de misterio.

—¿Observándome? ¿Por qué? —pregunto, sorprendida por la familiaridad de su respuesta.

—Porque veo en ti algo que no encuentras en nadie más. Algo que busca respuestas en lugares donde pocos se atreven a mirar.

Su respuesta me deja sin aliento. Es como si viera algo en mí que yo misma no alcanzo a comprender, como si conociera partes de mí que ni siquiera yo reconozco.

—¿Cómo sabes eso? Ni siquiera... ni siquiera sé tu nombre —digo, mi voz quebrada por la confusión.

La mujer me observa por un momento, y luego, con un leve gesto de su cabeza, como una concesión, responde:

—Esmeralda.

La palabra cuelga en el aire, un nombre que parece antiguo y misterioso, como si llevara consigo una historia que no ha sido contada en siglos. Siento que al conocer su nombre he cruzado un umbral, que este conocimiento me conecta a ella de una manera irrevocable.

—Esmeralda... —repito, el nombre rozando mis labios como un secreto revelado. Me doy cuenta de que hasta ahora había sentido su presencia sin realmente conocerla, y este simple detalle me acerca a ella de una manera inquietante.

Esmeralda me observa con esos ojos que parecen ver a través de cada capa de mí, y de repente siento que estoy desnuda, expuesta bajo su mirada. Algo en ella me atrae, algo que no puedo explicar pero que me obliga a acercarme a sus sombras, a la promesa de respuestas que parece guardar tras su enigmático silencio.

—Estás buscando algo, ¿verdad, Infinity? —su voz es suave, pero cada palabra resuena dentro de mí, como si hablara directamente a mis miedos y deseos más profundos.

—No sé qué estoy buscando, pero... siento que hay algo aquí, algo que necesito entender —respondo, incapaz de desviar la mirada de ella.

Esmeralda sonríe, pero es una sonrisa llena de melancolía.

—La búsqueda puede ser peligrosa. A veces, al intentar encontrar respuestas, uno se pierde a sí mismo.

Sus palabras son una advertencia, pero en lugar de detenerme, siento que mi curiosidad se intensifica. Hay algo en ella, en la forma en que habla y en su presencia etérea, que me impulsa a seguir adelante, a descubrir el misterio que se esconde en sus palabras.

—No puedo retroceder —digo, y mi voz es un susurro lleno de determinación—. No después de todo lo que ha ocurrido aquí.

Esmeralda me observa en silencio, como si considerara mis palabras. Finalmente, da un paso hacia mí, y su proximidad me hace contener el aliento. La noche parece haberse vuelto más fría, y en su mirada veo una chispa de algo... ¿tristeza? ¿atracción? Es como si estuviera atrapada entre la necesidad de advertirme y el deseo de mantenerme cerca.

—Entonces, Infinity, si realmente deseas conocer la verdad... debes prepararte. La oscuridad tiene formas de atraparnos cuando menos lo esperamos.

Sin darme cuenta, siento que mis propios deseos se reflejan en su mirada. Me doy cuenta de que estoy atrapada en algo mucho más profundo de lo que imaginé, una red de secretos y sombras que me conecta a esta mujer de maneras que apenas empiezo a entender.

Ecos de una estrella perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora