Bajo la primera nieve

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La noche se siente interminable, el aire se vuelve gélido y pesado mientras avanzo por el hospital vacío. No sé cómo terminé aquí, en este pasillo oscuro que parece no tener fin, pero cada paso se vuelve más difícil, como si estuviera caminando a través de una sombra densa que se niega a dejarme ir. La sensación de ser observada se hace insoportable; algo en la oscuridad me sigue, acechándome. La temperatura parece caer aún más, y un extraño eco de silencio me envuelve, apagando incluso el sonido de mis propios pasos.

Miro a mi alrededor y no reconozco dónde estoy. Este pasillo no debería existir, o tal vez nunca había reparado en él antes. La penumbra se profundiza, y una ligera neblina parece materializarse en el aire. Un escalofrío me recorre y el pánico comienza a instalarse en mi pecho, haciendo que mi respiración se vuelva rápida e irregular. Es como si la oscuridad misma estuviera devorando mi mente, nublando mi capacidad de pensar, atrapándome en un laberinto sin salida.

Mis pasos se aceleran mientras intento encontrar una salida, una señal de que aún estoy en el hospital, pero las paredes a mi alrededor parecen alargarse y retorcerse, como si se burlaran de mí, llevándome cada vez más lejos. El frío se intensifica, se filtra a través de mi piel y llega hasta mis huesos. Una desesperación abrumadora me consume, y por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy perdiendo el control. Algo en este lugar está jugando conmigo, disfrutando de mi miedo.

Entonces, al girar una esquina, me detengo de golpe. Frente a mí, una enorme ventana revela un paisaje que parece salido de un sueño... o de una pesadilla. La primera nieve ha comenzado a caer, cubriendo todo a su alrededor de un manto blanco. Pero, a diferencia de la suavidad con la que usualmente imagino la nieve, este manto se siente denso y helado, casi amenazante. La nieve cae lentamente, pero el paisaje está desolado, inmóvil, y algo en él me hace sentir aún más sola.

Abro la ventana, como si el frío exterior pudiera ayudarme a despejar la mente, pero en cuanto lo hago, un viento gélido entra y me envuelve. Cierro los ojos y, por un instante, me dejo llevar por la sensación de la nieve y el silencio a mi alrededor. Sin embargo, el frío se intensifica, y siento que me estoy perdiendo, que estoy siendo absorbida por algo mucho más oscuro de lo que puedo comprender.

—Infinity...

La voz es un susurro en la distancia, suave y firme, pero no puedo identificar de dónde viene. Abro los ojos, pero la oscuridad a mi alrededor parece haberse vuelto más densa, como si la nieve fuera solo una ilusión para distraerme de algo mucho más profundo y peligroso. Comienzo a caminar, intentando alejarme de esa ventana, pero cada paso parece llevarme más lejos de cualquier señal de luz o calor. Siento que estoy atrapada en este lugar, un mundo entre la realidad y la sombra, un lugar donde el tiempo y el espacio no significan nada.

—Infinity...

La voz vuelve, y esta vez es más clara. Su tono es suave, reconfortante, y aunque no puedo ver de dónde proviene, algo en ella me resulta familiar. La sigo, guiándome solo por el sonido de su voz en medio de la nieve que cae alrededor. Mis pasos se vuelven más lentos y torpes, y el cansancio me invade. Estoy al borde de la desesperación, de rendirme a esta oscuridad que me rodea, pero esa voz sigue llamándome, insistentemente, como si me negara el derecho de rendirme.

—Estoy aquí... sigue mi voz.

La voz se vuelve más clara, y en mi mente comienza a formarse una imagen: ojos verdes que me observan con una ternura inesperada, una figura que parece llevar consigo el calor en medio de este frío abrumador. Esmeralda. La certeza de que es ella quien me llama me llena de una fuerza que ni siquiera sabía que tenía. Sigo caminando, cada paso impulsado por esa conexión inexplicable, por la necesidad de encontrarla.

Finalmente, en medio de la penumbra, su figura aparece. Esmeralda se encuentra frente a mí, de pie en la nieve que cae a su alrededor, como si formara parte de este paisaje de ensueño y desolación. Sus ojos verdes brillan intensamente en la penumbra, y en ellos veo algo que nunca antes había visto: una profunda preocupación, una emoción que parece desbordarse y que no puede esconder.

—Esmeralda... —mi voz es apenas un susurro, llena de cansancio y alivio al mismo tiempo.

Sin decir nada, Esmeralda da un paso hacia mí y extiende los brazos. Su abrazo es frío y, al mismo tiempo, inexplicablemente cálido. Siento sus manos envolviéndome, y el frío que había penetrado en mis huesos comienza a disiparse, como si su contacto fuera capaz de derretir cada rastro de hielo en mi interior. Me dejo envolver por ella, me aferro a sus brazos con una necesidad que apenas comprendo, sintiendo que su presencia es lo único que me mantiene en este mundo.

—Estás a salvo, Infinity. Estoy aquí —susurra, y su voz es como un bálsamo para mi alma.

Cierro los ojos y me dejo llevar por la calidez de su abrazo, por la seguridad que su presencia me brinda en medio de esta nieve interminable. Es como si su contacto me conectara de nuevo con la realidad, como si su abrazo fuera una línea que me lleva de regreso a un lugar donde el frío y la soledad no tienen poder sobre mí.

—¿Por qué... por qué siento que me estoy perdiendo? —murmuro, apenas consciente de mis palabras.

Esmeralda se aparta ligeramente y me observa, su expresión llena de una compasión que me hace sentir vulnerable y protegida al mismo tiempo.

—Porque este lugar se alimenta de aquello que llevas dentro, de tus miedos, de tus heridas. La oscuridad siempre intentará atraparte, Infinity, pero mientras estés conmigo, no dejaré que te consuma.

Sus palabras son una promesa, una declaración que me envuelve en una calidez indescriptible. Por un momento, siento que estoy a salvo, que la oscuridad que me rodea no puede alcanzarme. Miro sus ojos y veo en ellos algo más que simple empatía; veo una conexión, una atracción que va mucho más allá de lo que puedo comprender.

Sin pensar, me acerco a ella y descanso mi cabeza sobre su hombro, dejándome llevar por la tranquilidad de su presencia. Esmeralda me sostiene en silencio, como si entendiera que, en este momento, sus palabras son menos importantes que el simple hecho de estar a mi lado.

—Nunca había sentido esto antes —susurro, sin saber realmente a qué me refiero, si al miedo o a la paz que siento en su abrazo.

—Ni yo —responde ella, y su voz es apenas un murmullo, como si confesara un secreto—. Pero quizás... es porque ambas llevamos sombras, y en ellas, nos hemos encontrado.

Nos quedamos en silencio, abrazadas en medio de la nieve que sigue cayendo, pero ahora no siento el frío, ni la soledad, ni el miedo. Todo lo que siento es la paz de su presencia, la seguridad de saber que alguien más comprende lo que llevo dentro.

Cuando finalmente me atrevo a apartarme, veo que sus ojos verdes están llenos de una emoción que no logro definir, algo profundo y vulnerable que me hace sentir una atracción inexplicable. La nieve cae alrededor de nosotras, y por un instante, el tiempo parece detenerse.

—Prométeme que no me dejarás perderme —digo, sin saber realmente por qué necesito esa promesa.

Esmeralda me observa, y una sonrisa triste asoma en sus labios.

—Te lo prometo, Infinity. Mientras esté aquí, no dejaré que te pierdas.

Ecos de una estrella perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora