Capítulo 3.

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LA OFENSA


No pude dormir.

La amenaza de aquel lunático me mantuvo despierta y con dolor de cabeza.

He regresado a mi jornada laboral hace una hora y en todo lo que puedo pensar es en ese maldito payaso que lanzó contra mí una amenaza que no puedo denunciar porque nadie va a creerme. Conociendo a los policías de aquí dirán que no debo temer ya que seguro fue una broma por algún pueblerino que está haciendo uso de su disfraz para la noche de las brujas.

Tomo el costal de palomitas de maíz y las vierto dentro del cubo mágico que las prepara. Lleno el círculo que tiene dentro y después lo cierro para pulsar el botón que las llena de mantequilla pues el secreto de que las palomitas sepan ricas es empapar dichos maíces con la mantequilla que nos surte la familia Stanley.

—Estás muy callada, Kali —la voz de Jude me sobresalta, haciendo que rápido gire a verla. Está recargada contra la caja registradora mirándome con algo de preocupación.

Por instantes creí que hoy tampoco se presentaría, pero me alegra tenerla aquí ya que así la jornada laboral no se torna aburrida ni pesada. Con ella aquí el trabajo es mínimo.

—Anoche me encontré con un payaso —decido confesarle, pues la conozco desde mi adolescencia y eso me hace considerarla una buena amiga—. Me ofreció un globo, pero yo lo rechacé, así que tuvo la osadía de amenazarme.

—¿Qué te dijo? —El ceño se mi amiga se frunce con anticipación.

—Que, si en veinticuatro horas no le acepaba el puto globo, iba a matar a mi mamá frente a mí.

Jude se queda de piedra y lentamente descruza sus brazos para acercarse a mí.

—¿Estás segura de eso, Kali?

—Sí —afirmo, no gustándome la manera en que me está mirando—. ¿Sucede algo? ¿Conoces a ese maldito payaso?

Pero Jude no me responde de inmediato y eso nada más logra que el corazón empiece a martillearme contra la garganta mientras siento un espantoso ardor tras mis ojos. De un momento a otro Movieland se percibe más helado que de costumbre y eso nada más altera mis putos nervios. El sonido de la campanita sonar me saca un brinco y un grito, pero es solo un cliente quien está llamando a Jude porque seguro desea comprar un boleto.

—Espérame en la bodega —me dice mi amiga, caminando a la caja—. Ahorita voy.

No sé qué me pasa, pero rápido sigo su orden y me encamino hacia ese lugar el cual está al fondo del pasillo donde están todas las salas donde transmiten películas. Mis pasos resuenan a través del mármol, y aunque es un sonido que he escuchado durante años, ahorita se perciben más espeluznantes.

Con mis latidos desbocados ingreso a la maldita bodega donde guardamos los costales de palomitas y bolsas gigantes de frituras. Tomo asiento en una de las cajas donde vienen las cubetas especiales y espero a mi amiga quien llega justamente diez minutos más tarde. Por el semblante que tiene sé que me dirá algo que no deseo escuchar.

—Te fichó —lanza las palabras que me congelan en mi sitio—. Ese payaso te ha fichado y si no cumples con lo que desea cumplirá su amenaza, Kali.

—¿Lo conoces?

—Personalmente no, y espero que así sea siempre —responde sentándose a mi lado—. Pero he escuchado por boca de los pueblerinos que ese payaso aparece cada octubre para fichar a su próxima víctima.

—Pero yo nunca le hice nada... —suelto en un hilo de voz, porque esto debe ser mentira, pero sé que no lo es porque yo también había escuchado sobre ese payaso maldito, solo que, por alguna u otra razón, siempre lancé la información al lugar más recóndito de mi cerebro por cobarde y miedosa.

—No te ofendas, amiga, pero ese hombre... —Jude aprieta su mandíbula con fuerza y me ve directamente a los ojos—, ese hombre solamente ficha a quienes lo han ofendido en un pasado.

—Vuelvo a lo mismo: jamás lo he ofendido. ¡Ni siquiera lo he visto!

Pero, como si de magia negra se tratase, un repentino recuerdo se desbloquea en mi cerebro, mandándome a muchos años atrás cuando, en uno de mis cumpleaños, mi padre me regaló un payaso de peluche el cual amaba con toda mi alma porque estaba hermoso, pero entonces él se fue y yo acuchillé a ese peluche, lo hice trizas y lo coloqué encima de la estufa para prenderle fuego.

Ese día me prometí odiar para siempre a los payasos porque me recordaban a mi padre, uno que no me quiso lo suficiente como para quedarse a mi lado.

—Sabes si... —inspiro hondo y tomo las manos de Jude, notando que las mías tiemblan demasiado—. ¿Sabes si existe una manera en que el payaso me deje en paz?

—Haz lo que te dice y puede retirar su amenaza contra ti.

—¿Y si no funciona así? ¿Si él toma represalias contra mí? —Con brusquedad me levanto de la caja y retrocedo hacia los costales de maíz—. ¡Fui muy grosera con él, Jude! ¡Incluso lo empujé!

—Pídele perdón —espeta mi amiga de inmediato, palideciendo como un fantasma—. ¡Búscalo y pídele perdón por tu ofensa, Kali! Después... ¡Después haz lo que te pidió! Si no lo haces él se vengará de ti tal como lo ha hecho con las familias más antiguas de Silent Home.

Me quedo con las palabras atoradas cuando alguien abre de forma brusca la puerta logrando que ambas gritemos. Jeremy, uno de nuestros compañeros, se queda pasmado al vernos.

—¿Ustedes qué hacen aquí? —nos reprende—. ¡Hay más de veinte personas esperando para comprar su boleto y palomitas para la película!

Sin más, Jude y yo salimos corriendo hacia nuestros puestos mientras pienso en una sola cosa y es que debo encontrar a ese payaso antes de que sea demasiado tarde.

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Si ustedes estuvieran en el lugar de la protagonista, ¿qué harían?

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