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Su error fue creer que él la amaba como ella lo hacía, confiar ciegamente y creer en sus palabras. Bastó una noche para que Miguel y Sam se demostraran el inmenso amor que se sentían con un beso, donde ella era espectadora en primera fila. Su mirada de decepción, su corazón lleno de ira; esto no se quedaría así. Ella buscaría venganza.
Una mente cegada por el enojo nunca es buen aliado, y ella lo sabía. Al día siguiente, tomó sus cosas y se fue de la casa de Moon, donde todo había ocurrido. Solo planeaba desquitarse.
Sus ojos rojos de tanto llorar en silencio; sería la última vez que alguien la haría sentir tan vulnerable. No mostraría más su calidez ni se abriría con nadie, sería todo sin piedad.
En West Valley, iniciaba el primer día luego de las vacaciones. Muchas reuniones entre estudiantes y encuentros amistosos. Estaba Miguel en la salida de su secundaria, con su celular intentando comunicarse con Tory.
"¿Estás bien? Llámame cuando puedas", fueron los mensajes que envió Miguel, pero ella no daba ninguna señal. Solo esperaba una respuesta. En ese momento llegó Aisha; Miguel bajó el teléfono.
—¿Todavía nada de Tory? —preguntó Aisha.
—No, ¿y tú? —respondió Miguel, interesado si pudo haber hablado con ella.—No me responde. Ya me estoy preocupando.
—No pude encontrarla después de la fiesta —comentó Miguel.—¿Tendría problemas con la policía? —preguntó intrigado.
—No lo sé —dijo Aisha—, pero faltar al primer día no es buena señal.
—Sí —dijo Miguel, desanimado, antes de entrar a clases con su amiga.
Mientras otros alumnos llegaban, se encontraba Daniel, que había dejado a Sam en la escuela, estacionándose allí.
—Tenías que parar enfrente —dijo Sam, molesta.
—Si querías conducir hoy, no hubieras hecho lo que hiciste —respondió Daniel.
—Papá, ¿cuántas veces tengo que decirte que cometí un error? Lo siento —dijo Sam.
—Todos cometemos errores —respondió Daniel—, pero cuando te metas en problemas, me buscas a mí o a tu mamá, no a ese sujeto —resaltó lo último refiriéndose a Johnny Lawrence.
—Lamento no haberte llamado; fue mi culpa, no de Robby —admitió Sam.
—Pensé que podía ayudarlo, pero él tiene su familia y yo necesito enfocarme en la mía —dijo, en tono de decepción.
Sam volteó la mirada y solo escuchaba a su padre, esperando poder salir.
Daniel, remarco por última vez: —solo hazme un favor, concéntrate en tus clases —pidió Daniel antes de que Sam saliera del auto.
Mientras, en el auto de Johnny, él y Robby tenían una charla más comprensiva, a diferencia de los Larusso.
—Mira, te compré lápices y papel —dijo Johnny a Robby, mostrando la mochila—. No sé lo que necesitas.