El Archipiélago Rojo

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Un joven marinero entró en la taberna. Estaba repleta, llena por el sonido de carcajadas, sillas corriéndose y acordeones. Saludo al camarero y se sentó en la barra...

- Buenas tardes, qué le sirvo?

- Ron, por favor

- Enseguida –sacó su mapa para revisar su viaje, el camarero volvió y le sirvió su bebida- Se embarca en un viaje por lo que veo, cuándo zarpa?

- Esta misma tarde... Estoy buscando el archipiélago rojo- Todos hicieron silencio y voltearon a verlo, algunos estaban pálidos como si hubieran visto un fantasma -Qué les pasa?

- No lo sabe?

- Saber qué cosa?

- Pasó hace unos tres o cuatro años, pero todos lo recordamos como si hubiera pasado ayer...

Era una tripulación pequeña, de no más de 6 hombres, pero su codicia superaba su cantidad, en especial la de su capitán, un caza tesoros despiadado llamado DiMarco. Hacía muchos años había escuchado la leyenda del Archipiélago Rojo, un lugar al norte de aquí que escondía un tesoro capaz de enriquecer a una persona por el resto de su vida. DiMarco no tardó en reunir a sus hombres, entre los que se encontraban el Sr. Roberts, que era su segundo al mando, y Johnson, el nuevo cadete. Ordenó a toda la tripulación preparar el barco para zarpar al terminar esa semana

Días antes de empezar el viaje, una mujer, de gran belleza pero muy misteriosa, se presentó ante ellos solicitando hablar con el capitán. Se llamaba Cecilia y les ofreció su ayuda para llegar a destino, ella podía guiarlos gracias a su conocimiento en astronomía y su habilidad para leer el cielo. La mayoría de las embarcaciones solían perderse pero ella conocía la mejor ruta

Se reunieron esa noche para discutir si los acompañaría, por lo menos DiMarco y Roberts ya que el resto no tuvo la oportunidad de hablar. Roberts no estaba de acuerdo con subir a una extraña al barco pero el Capitán terminó la conversación diciendo que si sabía cómo llegar había que aprovecharse y deshacerse de ella una vez que tuvieran el tesoro. La citaron al barco el mismo día que zarparon...

- Sube, preciosa. Te daremos un lugar comodo en la bodega

- No se arrepentirá, mi capitán

Los primero días fueron tranquilos, el clima era perfecto, sin una nube en el horizonte

Finalmente, Johnson se ofreció a hospedar a Cecilia en su camarote, que no era mucho más grande que la bodega pero era más cómodo.

De todas formas se había ganado la confianza de todos con rapidez. Se alegraron por tener a una mujer a bordo, y a Cecilia no le molestaba seducirlos y acostarse con ellos, en especial con DiMarco, con Roberts y con Johnson... Las noches en altamar podían ser muy solitarias

Pero al poco tiempo de empezar el viaje, una niebla muy extraña se levantó de repente, además era tan densa que se podía sentir al tacto. No se podía ver nada, ni siquiera el mar o el barco, y tampoco se podía saber en qué dirección iban

DiMarco ordenó soltar las velas y dejar que el viento moviera la embarcación, si se desviaban revisarían los mapas los luego y buscarían otra ruta cuando la niebla se fuera. Esa noche se reunió con Cecilia...

- Quería verme, mi capitán?

- Ven aquí, Cecilia. Mira el mapa y dime lo que piensas

- Parece que nos hemos desviado al oeste... Pero si el viento nos favorece, llegaremos al archipiélago en unos doce días –golpeo la mesa y se levantó iracundo

PASIONES OSCURAS. Cuentos De Terror, Fantasía y Romance (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora