Fráncfort del Meno, primavera de 1926.
Caminó con inquietud sobre la acera de la avenida. En sus manos llevaba un papelito curioso, que no dudó en desdoblar una y otra vez en el trayecto, como si el mensaje ahí escrito fuera cambiar de un momento a otro. "Nos vemos en el jardín de las rosas, Riet. Es importante." Ese era el conjunto de palabras escritas con una letra pulcra que la habían incitado a caminar bajo ese sol cariñoso y agradable de aquella mañana de abril.
La avenida principal del barrio estaba flanqueada por hermosas casas de aspecto cuidado y majestuoso. Le recordaban un poco a la suya, que estaba cuatro cuadras antes de la avenida por la cual transitaba. A lo lejos, visualizó un sencillo pero bonito anuncio de madera que indicaba el nombre de su destino. Aceleró el paso, procurando no chocar con las pocas personas que al igual que ella caminaban a lo largo de la acera. Una vez que llegó dio los buenos días a la encargada, una señora de no más de setenta años que fungía como cuidadora del jardín. La mujer, con una cálida sonrisa le devolvió el saludo y la invitó a seguir adelante, adentrándose en aquel sendero lleno de flores exóticas y como el nombre del sitio indicaba, había rosas de distintos colores.
Con atención siguió el recorrido, intentando encontrarlo con la mirada. Había pocas personas a esa hora, debido a que era un día laboral y las familias o las parejas preferían visitar el jardín al caer la tarde, como un entretenimiento vespertino. ¿Dónde estaba? Se preguntaba con frecuencia, pero unos pasos más allá lo encontró sentado en una banca, leyendo.
No quiso hacerle saber que estaba ahí, quería observarlo con detenimiento por unos segundos, y para lograrlo se escondió entre el espeso follaje que delineaba la vereda. Pese a ser tan solo una niña reconocía que el chico era muy atractivo, fenomenal, fuera de este mundo. Esas eran las palabras más cercanas en el idioma alemán que podía utilizar para intentar describirlo.
No deseaba decírselo, ya que creía que él estaba fuera de su alcance. A su sentir existían muchos impedimentos para que pudiera fijarse en ella o por lo menos despertar un sentimiento distinto al de una amistad sincera. Una de tantos impedimentos era que le llevaba casi cuatro años de diferencia, más evidente que en dado caso de enamorarse lo haría de una chica de su edad o mayor, los chicos eran así.
Suspiró con pesar y dejó de espiarlo para salir finalmente de su escondite en el follaje, quedando a la vista y fingiendo que recién había llegado. Se acercó hasta donde el joven estaba sentado, quien al sentir su presencia abandonó la lectura y la recibió con una sonrisa que correspondió con la mayor alegría del mundo.
— ¡Hey Riet! llegas temprano. —Dijo el joven a modo de saludo, cerrando el libro y dejándolo sobre sus piernas. Con una de las manos le indicó que se sentara a su lado, acción que la niña no descartó. —Estoy seguro que te ha parecido extraño mi recado, ¿Verdad? Nuestros encuentros desde que nos conocemos siempre han sido tan espontáneos.
—Hola Kerr. Y es cierto, ¿A qué se debe ese recado? Es muy raro que vengamos al jardín tan de mañana. —Respondió la niña con un tono de curiosidad en su voz, recargando la espalda en el respaldo de la banca, sin despegar su mirada del muchacho.
Al ser observado, Kerr se incorporó de la banca, dejando el libro en ella. Adquirió un aire serio y misterioso, que la menor no tardó en detectar.
—Tengo que contarte algo, Riet. Es importante. Es sobre mí.
—Deja el misterio, señor interesante. —Pidió la menor, dirigiéndose a él con una inquietud y curiosidad que ya se dejaba notar en su voz aún infantil. — ¿Qué es? Suéltalo.
Kerr se mordió el labio inferior y guardó silencio unos segundos, ante la expectativa de la niña que ya deseaba saber lo que tendría que decirle. Inhalo, queriendo tranquilizarse pero supo que lo mejor era hablar de una vez.
ESTÁS LEYENDO
Encrucijada en tiempos de guerra
Historical FictionSegunda guerra mundial. Henriette Götze es una institutriz en Berlín, encargada de educar a los hijos menores de la familia Zimmerman, de las más acaudaladas en toda la capital. La vida no es sencilla para ella gracias a los sucesos que se dan a cad...