Capítulo 3.

82 6 10
                                    

Wriothesley durmió un par de horas, pero eso no lo detuvo de empezar el día con la energía necesaria para hacer las cosas más importantes, como prepararse para ir a Epíclesis y tener el desayuno listo antes de que Sigewinne despertara.

La rutina de cada mañana se vio afectada cuando la niña, con ojos tristes y llevándose ambas manos a su abdomen, le aseguró a su hermano que le dolía mucho el estómago. Wriothesley actuó de manera rápida. En su mente apareció una lista de cosas que debía hacer y en qué orden, empezando por conservar la calma para después agarrar su billetera y sus llaves, ayudar a la menor a ponerse sus zapatos, cargarla con cuidado y salir hacia un consultorio médico en la cercanía.

A unos pocos pasos del apartamento, sacó hábilmente su teléfono del bolsillo de su pantalón y llamó a la escuela donde estudiaba su hermanita para avisar que ese día no podría asistir por un motivo de salud. Sin embargo, casi tan pronto como la llamada finalizó, la pequeña dejó de quejarse y comentó con toda tranquilidad que ya no se sentía tan mal. Entonces, el pelinegro sospechó que todo había sido una mentira.

—Sigewinne —suspiró—, en realidad estabas bien, ¿cierto?

—Ahmm...

—¿Por qué mentiste? —La regañó con suavidad—. ¿Ya se te olvidó lo que pasó en el episodio de las melusinas que quisiste ver ayer? Leuca dijo que no es bueno mentir y que incluso podríamos terminar perdiendo la confianza de los demás si no somos honestos.

Sigewinne quiso sorprenderse al enterarse de que Wriothesley sí le había prestado atención al episodio de aquella serie animada, pero no era el momento más apropiado para ello. Sólo desvió su mirada hacia la calle, sintiéndose avergonzada por lo que había hecho, antes de murmurar una disculpa.

—Lo siento...

La pequeña no sabía cuánto se tuvo que esforzar Wriothesley realmente para que ella fuera admitida en una escuela ni cómo tenía que seguir haciéndolo para mantenerla ahí, le pareció sencillo armar un plan para faltar a clases un día e inocentemente creyó que el pelinegro no se daría cuenta. Por unos segundos estuvo segura de que se había metido en muchos problemas, pero la voz del mayor, cargada de comprensión, no tardó en llegar de nuevo hasta sus oídos.

—Winne, sé que las cosas no siempre son fáciles... Cuando te sientas muy estresada por alguna razón y necesites descansar, puedes decírmelo, ¿sí? —Bajó a su hermana al suelo y se arrodilló ante ella para estar más a su altura—. De vez en cuando puedes elegir un día cualquiera y pedírmelo para relajarte, para no tener que ir a la escuela. Te prometo que no me enojaré contigo.

—¿E-en serio?

—Sí. Sólo no quiero que vuelvas a mentir —se quedó callado por unos segundos—. Hoy... ya es tarde y no tengo más opción que llevarte conmigo a mi trabajo, me tendrás que prometer que te portarás muy bien, pero la próxima vez que quieras faltar a la escuela, por favor intenta avisarme desde un día antes para estar al menos un poco mejor organizado.

—¿Nos iremos ahora mismo? ¡Pero no estoy lista para salir!

—Le pediremos una liga para el cabello a alguien en Epíclesis, ya veremos qué se puede hacer.

Cuando llegaron a la editorial, la pequeña de cabello azulado quedó fascinada. El edificio le pareció enorme, pronto tuvo deseos de recorrer cada piso y explorar hasta el último rincón del lugar, pero Wriothesley le recordó que debía quedarse cerca de él para evitar problemas. Después de todo, no se le había preguntado a nadie si estaba bien que Sigewinne lo acompañara por esa ocasión.

El pelinegro sujetó la mano de su hermana y juntos caminaron hacia el ascensor, donde comenzó la lluvia de preguntas.

—¿Ya has ido a todos los pisos?

Cerca de ti | WrioletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora