Capítulo 11.

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No fue fácil convencer a Neuvillette de que todo estaba bien y de que lo único que necesitaba era quedarse sentado durante un rato, protegiéndose del sol, recuperando el aliento lentamente. El mayor estaba avergonzado y se dedicaba a hacer en silencio una larga trenza en su propio cabello, como si sólo quisiera entretener a sus manos con algo y calmar su nerviosismo.

—Creo que arruiné el paseo —el pelinegro habló tras varios minutos.

—Para nada —respondió Neuvillette—. De hecho... Quiero decirte que lo siento mucho —apenas podía mantener su mirada fija en la de Wriothesley mientras le ofrecía disculpas—. Hoy quise relajarme, no pensar en mi trabajo y simplemente descansar, pero eso no significa que tenía derecho a arrastrarte a ti. Siendo sincero, ni siquiera puedo explicar por qué de repente sentí ganas de pasar tiempo contigo...

—No me pidas perdón. Aunque no sepas por qué me querías ver hoy, me siento halagado —una débil sonrisa se formó en los labios del menor.

—Wriothesley...

—Créeme. Estar cerca de ti... es lo más reconfortante que he experimentado en un largo, largo tiempo —confesó al fin.

Sus palabras claramente sorprendieron a Neuvillette. Le había costado dejarlas salir, pero ya lo había hecho y sentía que valió la pena sólo por poder admirar el rostro del mayor con las mejillas ligeramente sonrojadas.

—Y-yo... —Murmuró.

—Pero no me parece justo dejar que esa cercanía exista si no conoces toda mi historia —continuó, desviando su mirada hacia el inmenso mar—. Si la escucharas, entonces podrías decidir si en verdad te gustaría estar cerca o no...

—¿Lo que pasó hace un rato fue que intentaste contármelo todo? —Adivinó.

Wriothesley asintió con la cabeza una vez. Si ya había tomado algo de valentía, tal vez era el momento indicado para hacerle caso a Lumine y dejar de esconder su pasado.

—No sé nada acerca de mis padres biológicos. Lo primero de mi vida que puedo recordar es... cuando tenía seis años, la edad que Sigewinne tiene ahora —comenzó tan tranquilo como pudo—. Estaba en un orfanato y una pareja me adoptó. Durante las primeras tres o cuatro semanas que viví con ellos, fueron amables conmigo y me hicieron creer que había terminado en un muy buen hogar, pero después su actitud cambió por completo. Cuando estaban de mal humor, querían solucionarlo castigándome. Empezaron con cosas como gritarme palabras hirientes, tomarme del brazo o del cabello con mucha fuerza, arrastrarme hasta mi habitación y encerrarme ahí por muchas horas, a veces dejándome sin comer y sin cenar —lo recordaba a la perfección, algo de tristeza se podía apreciar en sus ojos mientras hablaba—. Pasaron de eso a golpearme hasta dejarme inconsciente en el suelo, apagar sus cigarros en mi piel, amenazarme con matarme de una manera dolorosa... —Suspiró—. No podía soportarlo. Los años de abuso estaban acabando conmigo, así que traté de escapar varias veces. Siempre intenté regresar al orfanato, pero ellos me encontraban antes de que lo lograra y sólo actuaban como padres preocupados frente a todos para después convertirse en unos demonios cuando volvíamos a esa casa. Admito que muchas veces llegué a desear que ocurriera algo, cualquier cosa, que me hiciera salir de ahí... Y bueno, sucedió —volteó a ver a Neuvillette—. Aquella noche en la que mi vida cambió... Lo más probable es que lo que ocasionó el incendio que acabó con mis padres adoptivos haya sido un cigarro que alguno de ellos no apagó debidamente. Yo estaba encerrado en mi habitación y sobreviví sólo porque me atreví a saltar desde el balcón hacia unos arbustos.

Neuvillette escuchaba cada palabra con atención, imaginando el sufrimiento por el cual Wriothesley pasó sin merecerlo. Sabía que la historia no podía terminar ahí, pues de algún lugar había tenido que llegar la pequeña Sigewinne a su vida, pero estaba listo para entender si el pelinegro no se sentía dispuesto a contar más en ese momento.

Cerca de ti | WrioletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora