Capitulo treinta y tres: reencuentro y sentimientos

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Jeongin miraba por la ventana del avión, observando cómo las nubes pasaban velozmente. Había pasado tres años en una base militar en Tailandia, cumpliendo su condena a través de servicio comunitario. Durante ese tiempo, había aprendido a entrenar cadetes, a encontrar un propósito en la disciplina y el compañerismo. Pero también había enfrentado sus propios demonios, y ahora que regresaba a casa, no podía evitar sentir una mezcla de ansiedad y emoción.

El comandante a cargo de la base, el comandante Choi, lo había llamado a su oficina unas semanas antes para informarle que había cumplido su condena.

—Jeongin, has hecho un trabajo admirable aquí. Ahora debes llenar unos papeles y prepararte para regresar a tu base anterior — le había dicho con una sonrisa. Aquel día. Jeongin sintió un alivio y una tristeza al mismo tiempo. Había hecho amigos en Tailandia, pero también sabía que era hora de enfrentar su pasado.

Al aterrizar en su país, el aire fresco le dio la bienvenida. Jeongin tomó un taxi hacia su departamento, sintiendo cómo la familiaridad del paisaje lo envolvía. Al llegar, suspiró profundamente al abrir la puerta. Todo parecía igual, pero él sabía que había cambiado. Se dejó caer sobre la cama, recordando aquella noche con el coronel Hwang, cuando habían compartido helado y risas bajo las estrellas. La imagen de Hwang sonriendo lo llenó de calidez y nostalgia. “Lo volveré a ver”, susurró para sí mismo mientras cerraba los ojos.

De repente, su teléfono sonó, interrumpiendo sus pensamientos. Era su madre. Sonrió al ver su nombre en la pantalla y contestó. —Hola, mamá.

—¡Jeongin! ¡Ya me enteré que estás de vuelta en el país! —exclamó su madre con alegría.

—Sí, he regresado —respondió Jeongin, sintiendo una mezcla de felicidad y nerviosismo.

—Quiero conocer al sujeto que te hizo volver —dijo ella con tono juguetón.

Jeongin se rió nerviosamente. —No hay un sujeto, mamá, solo volví por que termine mi servicio allá

—Entonces quiero saber la verdadera razón por la cual rompiste tu compromiso con Minho— insistió ella.

Al escuchar el nombre de Minho, Jeongin sintió un nudo en el estómago. No había visto a Minho desde aquella redada que cambió todo. —Mamá, no quiero hablar de eso— dijo, tratando de mantener la calma

—¿Por qué no? Es importante para mí entenderlo —respondió ella con suavidad.

—Simplemente no he dormido bien y no quiero hablar de eso ahora —mintió Jeongin, deseando cambiar de tema.

—Está bien, cariño. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti —dijo su madre antes de despedirse.

Después de colgar, Jeongin sintió el cansancio apoderarse de él. Se quedó dormido rápidamente, sumido en sueños confusos sobre el pasado y el futuro.

A la mañana siguiente, se encontró frente a la puerta de la base militar más grande del país. Su corazón latía con fuerza mientras avanzaba hacia la entrada. Las memorias de su tiempo aquí lo invadieron: los gritos de los instructores, las risas de los cadetes, y los momentos difíciles que había enfrentado. Al entrar, se sintió como si estuviera volviendo a casa.

Se dirigió a la oficina del comandante Bang. Al verlo, este sonrió ampliamente.

—¡Jeongin! ¡Qué bueno verte de nuevo! — exclamó mientras le daba una palmada en la espalda.

—Gracias, comandante. Estoy feliz de volver —respondió Jeongin, sintiendo que la calidez del recibimiento lo reconfortaba.

—Debes registrarte primero — e indicó Bang antes de llevarlo a la oficina de registro. Después de completar los trámites necesarios, Jeongin se dirigió a la oficina del coronel Hyunjin.

Acaba conmigo | hyunin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora