Capitulo ocho: descubiertos

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Jeongin estaba sumido en su entrenamiento, sus músculos ardían mientras repetía una y otra vez los movimientos. El sudor se deslizaba por su frente, pero no había espacio para distracciones. Minho estaba en Bangkok, en una misión que podría cambiarlo todo, y él debía estar preparado para cualquier eventualidad. Sin embargo, la preocupación por su futuro esposo se instalaba en su pecho como un peso insoportable.

Fue entonces cuando un paso firme resonó detrás de él. Se volvió para encontrarse con Félix, quien lucía más recuperado de lo que había estado en días anteriores. Jeongin frunció el ceño al verlo ahí, en lugar de descansar como le había aconsejado.

—No deberías estar aquí —le dijo, intentando mantener su tono severo, pero la preocupación se filtraba en su voz.

Félix sonrió, un destello de luz en su mirada cansada.

—Me siento un poco mejor. Más después de ese interrogatorio.

Jeongin no supo qué responder, así que continuó con sus ejercicios, tratando de ignorar la presencia del mayor. Pero Félix, con su voz suave y curiosa, rompió el silencio.

—¿Alguna vez te has enamorado de alguien que podría hacerte mucho daño?

La pregunta lo tomó desprevenido. Se detuvo, girándose hacia Félix con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

—¿A qué viene eso? —preguntó, cruzando los brazos sobre el pecho.

Félix encogió los hombros y se acercó más, su aliento cálido rozando el oído de Jeongin. El contacto hizo que su corazón se acelerara y un escalofrío recorriera su espalda.

—Solo lo pregunto —. susurró Félix, antes de alejarse con una sonrisa que parecía contener más secretos de los que revelaba.

La conversación lo dejó pensando mientras el resto del día transcurría lentamente. Aquella noche, mientras intentaba dormir, la imagen de Félix y su pregunta seguía atormentándolo. Se dio cuenta de que no podía sacarlo de su mente.

Un golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos. Al abrirla, se encontró con Hyunjin, que entró sin esperar invitación. Sin previo aviso, se lanzó sobre él, besándole el cuello con una intensidad que lo tomó por sorpresa. Sin embargo, Jeongin pronto se dio cuenta de que no quería eso.

—Detente —dijo con firmeza, aunque su voz temblaba ligeramente.

Hyunjin gruñó, desafiándolo con la mirada.

—No tienes derecho a darme órdenes.

Jeongin lo empujó suavemente, sintiendo cómo la frustración burbujeaba en su interior.

—Ya no quiero hacerlo. Estoy luchando por Minho.

Las carcajadas de Hyunjin resonaron en la habitación como un eco burlón.

—¿Luchar por Minho? —repitió—. No me hagas reír.

Jeongin sintió cómo la rabia empezaba a mezclarse con la tristeza.

—Aún lo amo —confesó—. No quiero pagarle con la misma moneda. Me he sentido herido y lastimado, pero no quiero ser como él.

Hyunjin arqueó una ceja, desafiándolo.

—Ya eres como él. Desde aquella noche en la que compartimos una linda velada.

Jeongin frunció el ceño, recordando cada instante de aquella noche confusa.

—Fuiste tú quien... —comenzó a decir.

—¿Yo? —interrumpió Hyunjin—. Solo te seguí el juego. Tú elegiste la opción que te alejó del dolor en ese momento. Pero adivina qué: no por ponerle un alto ahora dejarás de ser como él. Ahora entiendo por qué se casan: son iguales.

Acaba conmigo | hyunin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora