MAR
Hoy es domingo y, a veces, estos días me pesan. Mis padres están en otra ciudad, alejada de donde yo vivo. No son los culpables, pero las decisiones que tomaron nos trajeron hasta aquí. A pesar de todo, estoy en una de las mejores universidades, estudiando una carrera que, aunque me exige mucho, me dará un buen futuro. A veces siento que tengo que esforzarme el doble de lo que los demás, porque mis padres viven al día, sin nada propio, solo pagando cuentas. No es una estabilidad financiera, pero, en parte, su forma de ser me permitió estar aquí.
Aún así, hay momentos en que me pesa el tener que enfrentar todo sola, sin ellos cerca, y el miedo de ser una carga si algo sale mal.
Mientras estas ideas dan vueltas en mi cabeza, estoy tirada en la cama. Pongo una película de amor cualquiera, una que ya he visto mil veces, pero que aún me distrae lo suficiente para no pensar en lo que no quiero.
Me cuesta levantarme, pero me animo con la idea de que tengo que ordenar la habitación y, después, ir al gimnasio.
Me doy una ducha rápida, me cambio con la ropa deportiva y, antes de salir, pongo todo en su lugar. Cuando empiezo a limpiar la mesa de cristal, veo la foto de Étienne. La verdad, no lo he visto en la universidad últimamente, así que no he podido devolverla. Es un chico guapo, pero su mirada ha cambiado. En la foto, su mirada es intensa, brillante, algo especial. Ahora, en la realidad, su mirada es fría, penetrante.
Dejo la foto sobre la mesa, tomo mi bolso y salgo.
Al llegar al gimnasio, me alegra ver que no hay mucha gente. Es de esas cosas que disfruto, hacer ejercicio sin tener que esperar turno para las máquinas.
Empiezo con el calentamiento y sigo mi rutina mientras escucha música aleatoria de fondo.
Han pasado dos horas y estoy agotada. Termino con unos minutos en la trotadora y, luego, voy a las duchas. Cuando me cambio, opto por un pantalón ancho y una camiseta blanca también ancha.
Salgo a caminar por las calles de la ciudad. El cielo está despejado. Encuentro una banca vacía y me siento, sacando mi cuaderno. A veces dibujo o escribe en él. Hoy es de esas veces en las que solo dibujo.
De repente, la luz que recibo de la calle cambia, alzó la vista y ahí está Étienne, vestido con un traje negro y una camisa blanca desabrochada.
—Hola, Mar —saluda, con su tono serio habitual.
—Hola —respondió, sintiendo un nudo en la garganta. No sé por qué, pero siempre me impone, tal vez por su altura o su mirada penetrante.
—¿Puedo sentarme? —pregunta, señalando el lado vacío de la banca.
—Sí, claro —respondo, aunque en el fondo me siento rara.
Se sienta y se queda mirando al frente sin decir nada. Es raro, porque es mi banca, llegué primero.
Vuelvo a mirar mi cuaderno y sigo dibujando. Siento que se inclina hacia mí y no puedo evitar quedarme quieta. No estoy acostumbrada a que alguien se acerque tanto.
—Es lindo, pero raro —dice, y siento su aliento cerca. Lo miro y nuestros alientos se cruzan, lo que me pone los nervios de punta. Sin pensarlo, cierra mi cuaderno rápidamente.
—No tengo tu foto, no esperaba verte aquí. La cargué toda la semana, pero no te vi —digo todo de un tirón, sin saber si lo entendió.
Se ríe, una risa grave y profunda.
—Lo supuse, Mar. Te vi tan concentrada que me dio curiosidad saber qué hacías.
—¿Me estabas mirando? —pregunto, algo desconcertada.
YOU ARE READING
¿Pederme en Ti?
RomanceMar ha aprendido a sobrevivir sola en un mundo que no le ha dado nada fácil. Estudiar en la universidad de sus sueños es solo el principio de la batalla por su futuro. Pero todo cambia la noche que un desconocido, rico y problemático, irrumpe en su...