Suena mi alarma. Extiendo la mano con los ojos aún cerrados y la pospongo cinco minutos más. Cinco minutos, solo eso. Ring ring... Esta vez alargo otros quince. Algo en mí sabe que es mala idea, pero estoy tan agotada que no me importa..
Vivo en Madrid desde hace tres años. Entrar a la universidad de mis sueños, una de las más prestigiosas, parecía imposible hasta que me ofrecieron una beca. De lo contrario, nunca habría podido estudiar aquí. El problema es que la ciudad se está volviendo cada vez más costosa, y con varios trabajos encima, apenas puedo cubrir mis gastos. Mis padres se mudaron a una ciudad lejana, donde la paga no es muy buena, así que estoy más o menos sola en esto.
Mis amigos son pocos, pero me han salvado más de una vez. Los conocí porque viven frente a mi edificio, en el mismo callejón. Nos entendemos porque, al igual que yo, llegaron desde lejos.
Abro los ojos y la realidad me golpea como una avalancha. No sonó la alarma.
"Mierda, mierda, mierda". Me levanto de la cama con torpeza, tropezando con la mesita de noche, y me visto a toda prisa. Apenas puedo ver lo que estoy agarrando, pero no hay tiempo para más. Salgo corriendo.
El metro, como siempre, está abarrotado. Madrid por las mañanas es una jungla, y yo, una de las miles de personas que corren contra el reloj. Logro colarme en el vagón justo cuando las puertas están por cerrarse.
Respiro aliviada, pero mi mente sigue en la clase que estoy a punto de perder. El profesor Marck no es el tipo de persona que tolera llegadas tarde. Aunque, curiosamente, él suele retrasarse unos minutos. Hoy no me falles, Marck.
Cuando finalmente llego al campus, corro hacia el edificio. Empujo la puerta del aula con demasiada fuerza, y el sonido retumba en las paredes. Todas las miradas se giran hacia mí, incluidas las del profesor, que, para mi sorpresa, hoy decidió ser puntual.
Me quedo congelada en la puerta por un segundo, sintiendo el calor subirme por el rostro. Los ojos del profesor Marck me atraviesan, y veo cómo, de un susto, su expresión pasa a algo mucho más severo.
—Lo siento, lo siento —murmuro apresuradamente, tratando de pasar desapercibida mientras recorro la sala en busca de un asiento vacío.
Veo uno al frente, pero no, no me sentaré ahí. Ni loca. Al fondo hay uno vacío, y empiezo a abrirme paso hacia él.
—Señorita Esquivel —la voz del profesor me corta en seco—. Tome asiento aquí, por favor.
Su dedo apunta directamente al único lugar que había jurado evitar: el asiento vacío al frente de todos.
Apenas me estoy acomodando en mi asiento cuando un chico abre la puerta abruptamente. No saluda, y menos se disculpa; entra con aires de superioridad que me deslumbran, pero no me engañan. La gente en esta universidad parece pensar que, porque tienen dinero, pueden hacer y actuar como se les pegue la gana. El tipo que acaba de entrar no es la excepción.
—Luca Moretti —susurro para mí misma, mientras lo miro con desdén. Es hijo de uno de los empresarios más grandes y adinerados de la ciudad, y no puedo negar que es increíblemente guapo. Sin embargo, lo que tiene de atractivo se minimiza rápidamente frente a lo insensato que puede llegar a ser.
Luca mide, al menos, 1.96 metros, y su altura lo hace destacar entre la multitud. Su cabello claro y ondulado, junto a sus ojos grises de mirada penetrante, atraen todas las miradas. Pero ni hablar de su cuerpo; no es que me haya fijado demasiado en él, pero sé que se acuesta con toda chica que conoce. En menos de cinco minutos, ellas comienzan a alardear de él y de lo que significa estar con él, como si fuera el mayor premio de la lotería.
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¿Pederme en Ti?
RomanceMar ha aprendido a sobrevivir sola en un mundo que no le ha dado nada fácil. Estudiar en la universidad de sus sueños es solo el principio de la batalla por su futuro. Pero todo cambia la noche que un desconocido, rico y problemático, irrumpe en su...