Forastero X (epilogo)

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El aire estaba helado a mi alrededor, pero apenas lo sentía. Sentada en el banco del parque, envolví mis piernas con mis brazos y escondí mi rostro en las rodillas, dejando que el frío se mezclara con mi piel como si fuera una extensión de mí misma. El vacío que sentía dentro era mucho más intenso que la gélida brisa de la noche. Era un vacío familiar, uno que me acompañaba desde hacía demasiado tiempo, uno del que nunca había podido escapar.

Mis pensamientos eran lentos, casi como si estuvieran congelados. No había nadie que me diera instrucciones, ningún propósito al que aferrarme. Sin un Ashikabi, sin alguien que pudiera darme sentido, no era más que una Sekirei rota. Un descarte.

"Ah... sola otra vez," murmuré en voz baja, dejando que las palabras se deshicieran en el aire. Mis ojos se deslizaron hacia el suelo, sin encontrar nada que pudiera aliviar esa sensación de vacío.

Me quedé en silencio, abrazando mis piernas con fuerza, como si eso fuera suficiente para mantenerme unida. Escuchaba el débil murmullo de la ciudad a lo lejos, pero nada de eso importaba. Nadie iba a venir. Nadie iba a detenerse por alguien como yo.

Mis pensamientos vagaron por un instante, hasta que noté una presencia. Dos figuras se acercaban. Levanté la mirada apenas un poco, lo suficiente para ver a los dos jóvenes que caminaban hacia mí. Sus risas apagadas y las miradas que lanzaban hacia mí hicieron que volviera a hundir el rostro en mis rodillas. Mi cuerpo se tensó, aunque mis emociones apenas podían registrar algo más allá de la apatía.

"... ¿será el fin?" susurré, casi sin interés. La idea de resistirme no cruzó por mi mente. Quizás era el destino de un descarte como yo.

Pero entonces, otro sonido llamó mi atención. Pasos que se acercaban desde el otro lado, diferentes, firmes. Algo en ellos me resultaba extraño, una sensación cálida y resoluta que contrastaba con el frío que me envolvía. Levanté la cabeza, mis ojos entrecerrados y sin prisa, y vi una silueta acercándose. Era una figura encapuchada que cojeaba, pero caminaba con un propósito directo, ignorando la mirada de los dos jóvenes que ahora se giraban para verlo.

"... alguien más," murmuré, mi voz apagada, sin esperanza. Sin embargo, la sensación de calidez en el aire, tan ajena y extraña para mí, hizo que permaneciera atenta.

La figura encapuchada seguía acercándose, y por un momento, el frío alrededor de mí pareció desvanecerse, aunque solo fuera por un segundo.

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Mis pasos eran firmes, aunque cada vez que apoyaba la pierna izquierda, el dolor me recordaba el precio de haber enfrentado al Ursa Alpha. Pero eso no importaba ahora. Mi atención estaba fija en la chica que estaba sentada en el banco y en los dos tipos que avanzaban hacia ella, sus risas llenas de burla y arrogancia. No tenían ni la más mínima intención de ayudar, y eso estaba claro.

Mientras me acercaba, pude observarla mejor. Tenía el cabello castaño y despeinado, y estaba abrazando sus piernas como si quisiera desaparecer, con la cabeza hundida en sus rodillas. Vestía una bata de laboratorio, pero apenas cubría su piel, que se veía pálida bajo las luces de la noche. Lo que me hizo detenerme un segundo fue la sangre, manchando la tela blanca de la bata. No sabía si era suya o de otra persona, pero el hecho de que estuviera allí, sola y en ese estado, me hizo apretar los dientes.

No podía dejarla así.

Di un paso más hacia ellos, y uno de los tipos me miró, frunciendo el ceño antes de lanzarme una mirada desafiante, como si estuviera midiendo si yo era una amenaza o solo un obstáculo menor.

"¿Qué quieres, amigo?" dijo uno de ellos, con una sonrisa burlona mientras miraba de reojo a la chica. No respondí, y en lugar de eso me detuve a unos pasos de ellos, manteniendo la mirada fija en sus ojos.

Un forastero en remanenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora