—le estoy agarrando el gusto a actualizar semanal sisi, disfruten el capítulo que está para chuparse los dedos, y nos vemos abajo como siempre para notas <33.
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El tintineo constante de las llaves era lo único que retenía la cordura a su cuerpo.
Las sacudía, de un lado a otro, con tal ímpetu que debía parecer un auténtico maniático. Había contado hasta mil, ida y vuelta; repasó cada modelo de avión que hayan tocado sus manos, sus piezas y sistemas hasta el más milimétrico detalle; pero los minutos pasaban sin pena ni gloria y ella simplemente no bajaba.
Meliodas volteó a ver, por enésima vez, el reloj en su muñeca: casi una hora de retraso en lo que acordaron. Conocía a las mujeres y sus percances repentinos, por tanto, se hubo tomado la molestia incluso de levantarle él mismo para evitar demoras innecesarias, y aún así, fue inútil. Llegó a considerar que le estaba haciendo esperar a propósito, como parte de algún castigo absurdo con sentido solo para ella, mas se dijo de calmarse y pensar en frío: ella prometió dejar todo lo acontecido atrás, y si bien Elizabeth podía ser algo rencorosa, no era una hipócrita. Sumado a eso, ayer quedaron, relativamente, en «buenos términos».
Dejó escapar un suspiro profundo, derrotado. Tal parecía que nadie en esa casa conocía el término puntualidad. Su experiencia en el ámbito militar quizás le había dejado secuelas en ese aspecto, pero eso no alivianaba el hecho de que era un mal hábito a corregir en, al parecer, la inmensa mayoría de gente que conocía. Comenzó a sentir la vista pesada de tanto agobio, y no le quedó de otra que apoyar sin muchas ganas su cabeza en el asiento. Pero como no podía ser de otra manera, en el momento exacto que al fin lograba conciliar un sueño ligero, el portazo que pegó Elizabeth fue tan estrepitoso que lo hizo saltar de improvisto, pegándose en la coronilla contra el techo del auto.
La maldijo a ella y a su estirpe en silencio mientras se sobaba el golpe, aún punzante. Su copiloto, callada y con mala cara, no se había dignado siquiera en tener la cortesía de desearle los buenos días. Meliodas la miró de reojo, relamió sus labios en un esfuerzo por nivelarse y no arruinar lo pactado la noche anterior, y al encararla, forzó su mejor sonrisa cínica para ella.
—¿Dormiste bien?— Si ella omitía las formalidades, dos podían jugar al mismo juego.
El semblante de Elizabeth permaneció en su totalidad estoico, y de sus labios, ni una palabra tan solo. Meliodas cerró los ojos y posicionó sus manos al volante, sosteniéndolo como si se tratase de su propia compostura. Al voltear a verla, ya más recompuesto, la encontró girada a la ventanilla, cruzada de brazos, indiferente a él y a su entorno. El rubio chasqueó la lengua; ese, definitivamente, no era el rumbo en el que quería que fuera su mañana.
—¿Te pasa algo, Elizabeth?— preguntó, a estas alturas, preocupado por su enajenación. Estaba demasiado callada para ser solo su mal humor de costumbre. Pero de nuevo, su respuesta fue el silencio. Bien, hora de tomar medidas más drásticas—. No saldremos de aquí hasta que me respondas.
Odió tener que recurrir a chantajes tan básicos, aún a sabiendas de que era por un bien mayor. No era propio de ella ese estado taciturno, al menos no llevado al extremo de la mudez. Su vista permaneció fija en ella, que no se inmutó ante su presión silenciosa. Aquello era posible que tardara un rato, dada su testarudez innata, empero, no desistiría aunque le tomara el día entero.
A últimas instancias, la escuchó protestar entre dientes, demasiado bajo y enredado como para comprenderle algo. Respiró profundo, dos, tres veces, y luego le encaró cual si nada hubiese sucedido. Una cara sonriente, y para cualquiera sin un ojo entrenado en cuestiones de lenguaje corporal, aparentemente genuina. Ah, ¿en serio creyó que podría engañarlo con eso? Era buena, y le daría el crédito por el buen desenvolvimiento de la técnica, mas no lo suficiente para un soldado cuya vida se decidió en su día en la capacidad de distinguir enemigos de aliados con solo un vistazo. Dejando sus vivencias de lado, en verdad le llamó la atención lo amaestrado que tenía su temple y el control preciso de sus facciones; y no de la buena manera. Aquello requería práctica, mucha práctica, y sin embargo, Elizabeth casi lo tomaba por tonto en su acto.
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Illicit Affairs | Melizabeth AU
Fanfiction『 Atrapada en un matrimonio por conveniencia, sin amor y apenas voluntad de continuar, Elizabeth Liones no consigue ver la luz al final del túnel. Su suerte cambiará de súbito al reencontrarse con un fantasma de su pasado, quien trae quizás consigo...