Un malentendido en la cafeteria

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Doruk y Asiye estaban en una cafetería popular del centro, disfrutando de una tarde de risas y buen café. La charla fluía con bromas y anécdotas de los amigos y de los momentos recientes, mientras disfrutaban de la atmósfera relajada. Doruk, siempre coqueto y algo presumido, estaba especialmente divertido, contando historias que lograban hacer reír a Asiye.

En un momento, Doruk se levantó para pedir otro café en la barra. Estaba distraído, mirando el menú, cuando sintió de repente una mano en su espalda baja, que luego se deslizó hacia… abajo. La sorpresa lo dejó inmóvil por un instante, mientras trataba de asimilar lo que estaba ocurriendo.

“¡Vaya! Tienes unos glúteos bien firmes, cariño”, dijo una voz masculina con un tono coqueto.

Doruk giró la cabeza, todavía perplejo, y se encontró con un hombre que lo miraba con una sonrisa coqueta, claramente pensando que había hecho un buen “descubrimiento”.

“Ehm… creo que te estás confundiendo”, dijo Doruk, tratando de mantener la calma. “No soy quien crees”.

El hombre lo miró mejor, y al darse cuenta del error, su rostro se puso rojo como un tomate. “¡Oh! ¡Lo siento! Pensé que…”, balbuceó, claramente avergonzado.

Mientras tanto, Asiye, que había presenciado toda la escena desde su mesa, se llevó las manos a la boca, tratando de contener la risa. Pero no pudo evitarlo: comenzó a reírse a carcajadas, sin preocuparse de ser discreta.

Doruk volvió a su mesa, con una mezcla de molestia y diversión en su expresión. “¿Qué es tan gracioso, Asiye?” preguntó, intentando sonar serio, aunque la risa de Asiye era tan contagiosa que comenzaba a sonreír.

“¡Nada, nada!”, dijo ella, todavía riendo. “Es solo que… bueno, parece que tienes fans en todos lados, ¿no?” Se llevó una mano a la boca, todavía riéndose, y añadió: “Nunca imaginé que vería algo así”.

Doruk suspiró, entre divertido y un poco incómodo, pero finalmente sonrió, viendo lo feliz que estaba Asiye. “Bueno, al menos te he hecho reír. Aunque no era la forma en la que pensaba hacerlo”, bromeó, resignado.

Asiye le dio un suave apretón en el brazo y lo miró con ternura. “Gracias por siempre hacerme reír, Doruk. Incluso cuando no te lo propones”.

Doruk, sonriendo y con algo de vergüenza, le guiñó un ojo. “Todo sea por verte feliz, Asiye… aunque espero que la próxima vez no incluya otro ‘admirador’ inesperado”. Ambos rieron juntos, disfrutando del momento y agradeciendo que, con cada día que pasaba, su amistad y cariño solo crecían más.

Asiye todavía estaba riéndose cuando Doruk se recostó en la silla, cruzando los brazos y fingiendo una expresión de dignidad herida. “Creo que me debes una disculpa, ¿sabes? Aquí estoy yo, sufriendo ataques inesperados, y en lugar de consolarme, te burlas de mí”, dijo en tono dramático, aunque sus ojos brillaban con diversión.

Asiye se acercó un poco más, dejando su café a un lado y mirándolo con una sonrisa traviesa. “¿Perdón? ¡Si he disfrutado cada segundo! Además, Doruk, tú siempre tienes algo que presumir; un poco de humildad no te viene mal”.

Doruk arqueó una ceja, fingiendo sorpresa. “Ah, ¿eso piensas de mí? Que soy un presumido”. Su tono era juguetón, pero en su mirada había algo más profundo, como si quisiera saber si ella lo veía así realmente.

Asiye lo miró a los ojos, con una expresión dulce y sincera. “Claro que no, Doruk. Sé quién eres en realidad… y también sé que debajo de toda esa actitud, eres alguien increíblemente generoso y leal. Y…”, añadió en un tono más suave, “eres mi persona favorita”.

Doruk se quedó en silencio un momento, sorprendido por la sinceridad de sus palabras. Todo rastro de broma o juego desapareció de su rostro. Sonrió suavemente y tomó su mano sobre la mesa, entrelazando sus dedos. “Y tú eres la mía, Asiye”, le susurró, dejando de lado cualquier otra broma. Ambos se miraron en silencio, comprendiendo que, entre risas y bromas, había algo mucho más profundo entre ellos.

Después de unos minutos, rompieron el momento y siguieron con la conversación, pero la atmósfera había cambiado ligeramente. Cada vez que se miraban, había una complicidad especial que no necesitaba palabras.

“De todas maneras, Doruk”, comentó Asiye con una sonrisa, retomando la broma, “deberías considerar comprarte un par de pantalones más sueltos. Al parecer, causas demasiada impresión”.

Doruk soltó una carcajada, recuperando su tono divertido. “Tal vez solo soy una víctima de mi propio estilo impecable, ¿no crees?”

“Definitivamente”, respondió Asiye riendo. Ambos se levantaron de la mesa para salir de la cafetería, y mientras caminaban por las calles de la ciudad, seguían bromeando y riendo, sintiéndose más cerca que nunca.

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