Hiatoria 9 - Especial Hallowen

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El viento otoñal susurraba entre los árboles mientras Sarah caminaba por el sendero cubierto de hojas secas. A lo lejos, las luces parpadeantes y la música estridente de la feria anual de Halloween rompían la quietud de la noche. Este año, los organizadores habían prometido algo especial: La Feria de los Horrores, una experiencia que, según decían, pondría a prueba los límites del miedo humano.

Sarah ajustó su chaqueta y se acercó a la entrada. El arco de estaba decorado con calabazas talladas que parecían observarla con ojos maliciosos. Más allá, en el fondo y en lo más oscuro del recinto, se alzaba imponente la atracción principal: una gigantesca casa de terror. Una multitud considerable se agolpaba en su entrada, todos disfrazados con atuendos espeluznantes que iban desde clásicos vampiros hasta criaturas indescriptibles.

El encargado de la casa, una chica delgada con un vestido de sepulturero manchado de sangre falsa, se dirigió a la multitud con voz cavernosa:

"Bienvenidos, almas valientes, a la 'Mansión de los Mil Tormentos'. Aquí, sus peores pesadillas cobrarán vida. Les advierto: una vez que crucen este umbral, no hay garantía de que salgan siendo los mismos... o de que salgan en absoluto".

Su risa macabra resonó por todo el lugar, mezclándose con los gritos de emoción y miedo de los asistentes.

"Recuerden, una vez que entras, no hay vuelta atrás".

Sarah rio nerviosamente y se dirigió hacia la fila de la casa principal. Se unió a un grupo de veinte personas que esperaban ansiosamente para entrar. El ambiente era una mezcla de emoción y temor palpable.

"¡Siguiente grupo! Es su turno de enfrentar sus miedos," anunció, la chica

Sarah y el resto del grupo avanzaron hacia la entrada . Mientras cruzaba el umbral, el mal presentimiento que había estado creciendo en su interior se intensificó. Las palabras de aquel sujeto resonaban en su mente, mezclados con la risa estridente de la payasa y los sonidos ominosos que emanaba del interior de la casa.

El grupo avanzó por el oscuro pasillo mientras las pesadas puertas se cerraban tras ellos con un chirrido metálico. Sarah escuchó el inequívoco sonido de cerrojos encajando en su lugar. El aire se volvió denso y frío, con un peculiar olor a moho y antigüedad.

Los primeros minutos fueron desconcertantes. El grupo, caminaba lentamente por pasillos pobremente iluminados por lámparas amarillentas que parpadeaban ocasionalmente. Las paredes, pintadas de un gris desvaído, estaban prácticamente desnudas, sin las típicas decoraciones terroríficas que uno esperaría, era literal solo un pasillo sin nada .

"¿Es en serio? ¿Esto es todo?", se quejó una chica con disfraz de bruja.

"Pagué veinte dólares para caminar por un pasillo vacío?"

"¡Qué estafa!", exclamó otro visitante.

"Ni siquiera han intentado asustarnos" , recalco otro chico que vestía de Frankenstein

Sarah notó que dos chicos delante de ella, uno con una chaqueta de cuero y otro con una sudadera negra, hablaban en voz baja mientras uno de ellos sacaba una cámara digital de su mochila.

"Te lo digo, Mark", susurró el de la chaqueta.

"El año pasado pasó exactamente lo mismo. Mi primo vino con sus amigos y me contó que desaparecieron cuatro grupos. Cuando fueron a la policía, les dijeron que era típico que la gente se perdiera en Halloween y que aparecerían en unos días, borrachos o algo así".

"¿En serio Noah?", respondió Mark, ajustando la configuración de su cámara. "¿Y qué pasó después?"

"Nunca aparecieron", continuó, bajando aún más la voz.

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