No contaban con su astucia..

305 15 3
                                    

El campo de batalla yacía cubierto de cenizas y ruinas. En el centro, Thanos, impasible, con una sonrisa cruel, alzaba su mano derecha, el Guantelete del Infinito resplandeciendo en su puño. Cada Gema brillaba con una intensidad temible, cada destello contenía el poder de todo el universo. Tony Stark, debilitado y con su armadura hecha pedazos, apenas se mantenía en pie mientras miraba con horror al Titán. El chasquido de dedos era inminente, el final estaba cerca.

Iron Man miró a los demás héroes que quedaban de pie, todos agotados, todos incapaces de detener el destino que se avecinaba. Con un susurro que contenía toda su desesperanza, dijo en voz baja:

—Oh... y ahora... ¿quién podrá salvarnos?

A su lado, el Capitán América y Thor se unieron al suspiro colectivo. La resignación se reflejaba en cada uno de sus rostros, sus fuerzas agotadas, sus esperanzas extintas.

Y entonces, como un milagro caído del cielo, el sonido de una chicharra resonó en el ambiente, rompiendo el solemne silencio. Thanos, confundido, se detuvo y miró a su alrededor. Los héroes alzaron la vista, perplejos. Y entonces, en un parpadeo, una figura pequeña y roja apareció de la nada, rodeada de humo colorido y con un tono de trompeta algo desafinado.

—¡Yo! —exclamó la figura con voz firme y resonante, clavando una mirada decidida en Thanos.

Ante la mirada atónita de todos, allí, frente al mismísimo Titán, apareció el Chapulín Colorado. Con su atuendo rojo, antenitas en la cabeza y un martillo amarillo colgando de su cinturón, se irguió como si no hubiera ninguna duda de que estaba en el lugar indicado. En cuanto todos lo vieron, sintieron que la esperanza regresaba, aunque también una mezcla de confusión, porque... bueno, era el Chapulín Colorado.

—¡No contaban con mi astucia! —proclamó, poniendo las manos en su cintura y mirando a Thanos como si fuera un simple matón de vecindario.

Iron Man se acercó tambaleante, tratando de entender si aquello era real o un último delirio antes de su final.

—¿Chapulín... eres tú? ¿Estás... estás aquí para salvarnos? —preguntó Tony, entre incredulidad y una chispa de esperanza.

El Chapulín volteó hacia él, ladeando la cabeza con un gesto de tranquilidad.

—¡Por supuesto, mi querido Fer... digo, Tony! ¡A mí nadie me asusta! —dijo con una sonrisa—. Disculpen la tardanza, pero... ¡es que el GPS me trajo por la ruta más larga! Y luego no me paraba ningún taxi...

Thanos, con una mezcla de irritación y burla, miró al pequeño héroe, que apenas llegaba a la mitad de su tamaño.

—¿Qué clase de broma es esta? —gruñó, mirando a Tony como si le estuvieran jugando una mala pasada.

El Chapulín, sin inmutarse, se acercó dando pequeños saltitos y le extendió la mano a Thanos como si fuera un viejo conocido.

—Yo soy el Chapulín Colorado, defensor de los oprimidos, protector de los desvalidos y, bueno, el que te va a dar una lección de humildad. ¿Oíste?

Thanos lo miró sin saber si reír o lanzarlo al espacio de un manotazo.

—¿Tú? ¿Tú, un héroe? —Thanos soltó una risa grave, resonante—. No eres más que un insecto insignificante. No tienes ningún poder.

—¿Ah, sí? Pues yo tengo el poder de la astucia y, además, tengo esto... —y de un tirón, el Chapulín sacó su Chipote Chillón y lo sostuvo en alto—. ¡El arma más poderosa de todas las galaxias!

Iron Man se llevó una mano a la frente, no podía creer lo que estaba viendo. Pero algo en la determinación del Chapulín lo hizo quedarse en silencio y dejarlo actuar. Era improbable, sí, pero... ¿y si era justo lo que necesitaban?

Dibujos y alguna que otra cosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora