Martin había empezado a preparar las cosas para la fiesta de su madre nada más terminar de comer. Estaba en la planta baja del edificio, en la sala que usaban para las reuniones de la comunidad, terminando de decorar el lugar junto a Naiara y Paul.
—Paul, de verdad, no se te puede dejar hacer nada solo, tío —riéndose se acercó a su amigo, y le quitó lo que tenía entre las manos—. ¿A ti no te han enseñado a hinchar globos o qué?
—Mira chaval, si te vas a poner así me subo a casa y bajo cuando hayáis acabado —respondió el chico, frunciendo el ceño.
—Te lo estoy diciendo porque quedan 15 minutos para que venga la gente y parece que estás aquí de adorno —le dijo Martin, sin mirarle y de forma fría.
Naiara, que les estaba escuchando con atención, le soltó a su hermano desde la otra punta de la sala:
—Mira Martin no sé qué te pasa. Entre el
numerito de ayer delante de Juanjo y ahora respondiéndole así al pobre Paul...—empezó a reírse sola— Vaya polvo te falta, chico.Martin fulminó a su hermana con la mirada, que se lo estaba pasando en grande y acto seguido, dirigió su vista a Paul, quien le miraba extrañado.
—¿Numerito con Juanjo? ¿El pijo de la encuesta?
—Pues, ¿tú qué crees? —contestó Martin sarcástico, un poco harto ya de escuchar ese nombre— ¿Conoces a alguno más?
—En realidad sí —comenzó Paul—, había un chico en mi cole que...
—Mira, estoy hasta los cojones de vosotros —dijo el otro chico, mientras Naiara estallaba de la risa—. Me subo a por las velas, ¿falta algo más?
—Sí —le dijo en seguida su hermana—, tu buen humor, hijo.
Rodando los ojos, Martin caminó hacia la puerta sin contestar y salió de allí lo más rápido posible.
Subió hasta su piso y al llegar fue hacia la cocina, donde cogió las velas del cajón en el que las solían guardar. Después se dirigió al baño para lavarse la cara y peinarse, mojándose un poco el pelo y colocándoselo hacia abajo con las manos.
Salió de su casa, cerró con llave y caminó hacia el ascensor, para pulsar el botón y esperar a que llegara a su piso.
Las puertas se abrieron y se dispuso a entrar, mirando hacia el suelo. Cuando levantó la vista, ya era demasiado tarde, pues había chocado con alguien que se movía en su dirección.—Coño, perdón —dijo la otra persona, y con un tono más serio continuó:— Pensé que era el cero.
Martin deseó desaparecer en ese mismo instante al descubrir de quién se trataba y, cuando se dio cuenta de lo cerca que estaba su cuerpo del de Juanjo, se alejó como si le quemase.
—Que susto, joder —le miró de arriba abajo, deteniéndose en sus ojos y murmuró—. Casi que mejor bajo por las escaleras.
Juanjo se apartó para dejarle espacio en el ascensor riéndose ligeramente, y le dijo:
—Venga ya, ¿vas a ser de verdad tan infantil? En cuatro pisos no creo que nos dé tiempo a matarnos.
Resoplando, Martin decidió ser más fuerte que sus propios pensamientos y entró en el ascensor junto a su vecino, justo antes de que las puertas se volvieran a cerrar.
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Night Changes
ספרות חובביםJuanjo y Martin llevan, para desgracia de ambos, siendo vecinos toda su vida, y la buena relación de sus padres les ha obligado a verse más de lo que les hubiera gustado durante su infancia. Ahora, con 20 y 18 años, pueden esquivarse más fácilmente...