Con el pasar de las semanas, la mente de Hizzan se había convertido en un campo de batalla. La presión de llevar a cabo su misión lo devoraba, cada día más intensa, consumiéndolo en noches sin dormir y días llenos de una tensión que parecía insuperable.
Los pensamientos no dejaban de atropellarse en su mente, chocando unos con otros, enredados en una marea de dudas y miedo. ¿Sería lo correcto traicionar a Dattmon? ¿Tenía realmente el coraje de desafiar al hombre al que se había obligado a llamar padre por más de cinco años? Por más que lo intentara, no podía ignorar las enseñanzas y castigos que lo habían moldeado. Pero, por otro lado, sentía que no había otra opción.
Una y otra vez, las imágenes de la princesa del sur aparecían en su mente. Aunque le costara admitirlo, era una de las razones de su decisión. La hija biológica de Dattmon, una joven que, en su ignorancia, había pensado que aborrecía durante años, ahora le hacía cuestionar todo. Cada vez que pensaba en ella, su determinación se reforzaba. Tenía que hacer algo. Detener el sufrimiento que se cernía sobre ella y su reino, un sufrimiento del que ella ni siquiera estaba consciente.
Los sentimientos que tenía hacia ella eran confusos, contradictorios. Por un lado, sentía una extraña atracción hacia su bondad y nobleza, y por otro, un intenso deseo de protegerla de la oscuridad que se cernía sobre su familia. Ni siquiera él mismo comprendía lo que sucedía en su interior.
Y así, poco a poco, fue ideando un plan. Sabía que tenía que hablar con el rey Evander, revelarle la verdad sobre Dattmon y Zadckiel. Pero debía ser precavido. No podía precipitarse ni cometer errores, porque el precio de fallar sería demasiado alto. Así que esperó. Esperó el momento adecuado, el instante preciso para llevar a cabo su cometido.
Ese momento llegó cuando Dattmon decidió reactivar sus perversos planes en contra de la familia real del sur. Lo hizo bajo el engaño de una nueva guerrilla, cuyo objetivo principal no era otro que acabar con el rey Evander y tomar el control del sur.
Ahí, Hizzan lo supo inmediatamente, esa era su oportunidad.
Con determinación, y sin saber cómo, logró persuadir a Dattmon de cambiar sus planes, alegando que un ataque sorpresa no era ni siquiera digno para alguien como el rey del sur; pues entonces qué propuso el plan de un supuesto pacto de paz. Para su sorpresa, Dattmon aceptó, junto con la propuesta de poner a prueba la lealtad de Zadckiel. Una prueba que le demostraría a Dattmon su lealtad, de igual manera lo haría con el rey Evander. Con ello, Hizzan había asegurado una ventana de tiempo.
Fue entonces cuando, con la mano temblorosa, escribió una carta al rey Evander. En ella, no pedía respuesta ni garantía alguna, solo una audiencia secreta, lejos de los ojos de todos. Confiando en Nevan, su guardia más leal, envió la carta con la esperanza de que el rey del sur accediera a escuchar lo que tenía que decir. Confiaba en él, y sabia que no haría preguntas innecesarias y se encargaría de lo ordenado. Además de que era parte importante del grupo de mensajeros.
Y así, en una noche de luna opaca, mientras Dattmon se ahogaba en vino, cerveza y mujeres, Hizzan aprovechó su oportunidad, justo cuando el rey cayó dormido. Deslizándose entre las sombras, escapó del campamento, tomó un caballo, y cabalgó con cuidado hasta el claro que había indicado en su carta. Allí, a quince kilómetros del campo de guerra, todo finalmente se revelaría.
Su corazón palpitaba con fuerza mientras esperaba en la oscuridad, sabiendo que lo que estaba a punto de hacer cambiaría su vida para siempre. Pero no imaginaba cómo terminaría todo. Aunque no le sorprendía la manera en la que ocurrió
Casi una hora después, Hizzan se encontró contra un árbol, sintiendo la corteza fría y áspera en su espalda, mientras la punta afilada de una espada rozaba su garganta. El rey Evander lo tenía acorralado, su mano apretaba su pecho con fuerza, y en sus ojos ardía una mezcla de ira y traición. La expresión en el rostro del rey era una de incredulidad y rabia contenida, especialmente cuando escuchó las revelaciones sobre Zadckiel, el hombre en quien había depositado toda su confianza.
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EL SECRETO DEL PRINCIPE {Los Cuatro Reinos #3}
FantasyLas verdades en este mundo no llegan como liberación, sino como sentencias inapelables. Solo aquellos que han sido despojados de toda ilusión, que han sentido el filo de la crueldad en su carne, pueden comprender que la verdad, lejos de sanar, es a...