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Ben

Conducir por las calles de Nueva York en hora pico no es esencialmente algo divertido, considerando el maldito tráfico que se extiende por varios minutos. Es un maldito fastidio, pero por alguna razón, y cada vez que miro a Aeryn sentada en el asiento de copiloto, no me molesta el tráfico.

De hecho, y si soy completamente honesto conmigo mismo, me gusta estar en un espacio tan reducido junto a ella.

No sé si debería asustarme. Maldita sea, apenas la conozco.

Sin embargo, sería un idiota si no me gustara porque, puta madre, es realmente preciosa.

Está usando un vestido de seda de algún tono rosa. Carajo, no sé nada de colores. Generalmente solo uso negro o grises o blancos, pero ese color combina tan bien con el color de sus labios que solo me imagino deslizándolo por su cuerpo y...

Me aclaro la garganta, cortando ese pensamiento de inmediato.

—¿Hum? —murmura ella, alejando sus ojos del parabrisas para mirarme.

—No dije nada, solo me aclaré la garganta.

—Ah.

—Sí.

El sonrojo en sus mejillas se intensifica y me pregunto si se vería tan adorable y sonrojada mientras sostendría mi cara entre sus piernas y mi lengua jugando con su...

—Como que hace calor, ¿verdad? —pregunta, bajando el vidrio ligeramente y lo subo, encendiendo el aire sin decir ni una palabra más—. Okis. No te gusta que toquen tus cosas.

—No es eso. Hace tanto calor afuera como acá dentro, es mejor encender el aire acondicionado.

—Tienes razón. —sonríe, mirándome con ojos brillantes—. Eres muy listo.

Me remuevo incómodo en mi asiento y alejo mis ojos de ella, mirando el camino, completamente fuera de mí mismo.

¿Qué demonios me está pasando? ¿Por qué ella tiene que sonreír de esa forma?

Nunca me han gustado las sonrisas en las personas, generalmente son falsas y carentes de emoción verídica, prefabricadas para satisfacer a las demás personas. Sin embargo, en Aeryn es diferente. Las sonrisas que he visto en sus labios realmente han llegado a sus ojos. No la conozco, pero por alguna extraña razón siento como si ella sonriera por complacerse a sí misma en lugar de a alguien más.

Y es el pensamiento más empático sobre alguien más que he tenido en años.

La odio por eso.

Vale, no la odio, pero no confío en ella. Nadie tiene razones para ser tan feliz.

Nos movemos unas pocas cuadras en media hora y cuando llegamos al Empire States, hace que gire hacia la derecha en una esquina, luego a la izquierda en otra, hasta llegar a un edificio gris, probablemente hecho en los años 20. Saca un pequeño control de un solo botón de su bolso y lo presiona, las puertas se abren.

La Adicción de Ben (WA #1) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora