Capítulo 20: La Pesadilla Oscura

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Esa noche, Liana se quedó dormida con el corazón pesado. La discusión con su padre la había dejado llena de emociones contradictorias: enojo, tristeza y, sobre todo, una profunda sensación de soledad. Trató de cerrar los ojos y encontrar un descanso reparador, pero la inquietud persistía.

Mientras dormía, su mente comenzó a arrastrarla a un mundo desconocido y oscuro. Se encontró en un bosque sombrío, envuelto en una niebla espesa que dificultaba la visión. Miró a su alrededor, confundida, sintiendo una extraña opresión en el pecho.

De pronto, en la distancia, vislumbró la figura de su padre, parado solo en medio de los árboles. Parecía desorientado, como si estuviera buscando algo o alguien. Sin pensarlo, Liana comenzó a correr hacia él, tratando de gritar su nombre.

Liana (gritando): "¡Papá! ¡Espera! ¡Papá, estoy aquí!"

Sin embargo, por más que corría, la distancia entre ellos no se acortaba. Su padre miraba a su alrededor, como si no pudiera escucharla. En sus ojos había una mezcla de tristeza y miedo, algo que Liana nunca había visto en él. Sintió cómo el pánico se apoderaba de ella.

De repente, una sombra oscura emergió entre los árboles, avanzando lentamente hacia su padre. La figura parecía humana, pero sus ojos brillaban con un tono rojo intenso, y su forma parecía disolverse y reformarse en la neblina, como un espectro.

Liana (desesperada): "¡Papá, corre! ¡Por favor, aléjate de ahí!"

Pero él no parecía escucharla. La sombra se acercaba cada vez más, y Liana sintió una parálisis aterradora. Sabía, en el fondo de su ser, que esa figura traía la muerte consigo.

Finalmente, la sombra se situó detrás de su padre, y con un movimiento lento, envolvió su figura. En ese momento, él pareció darse cuenta de su presencia. Giró hacia Liana, con los ojos llenos de miedo y dolor.

Padre (en un susurro): "Liana… lo siento."

Antes de que pudiera hacer o decir algo, la sombra cubrió por completo a su padre, y él desapareció en la neblina, como si nunca hubiera estado allí. Liana cayó de rodillas, con lágrimas en los ojos, gritando su nombre en vano.

Liana (gritando): "¡Papá! ¡No! ¡Papá!"

En ese instante, despertó sobresaltada, con el corazón latiendo desbocado y la respiración entrecortada. Su cuarto estaba en completa oscuridad, pero aún podía sentir la opresión en su pecho y el eco de su propio grito resonando en su mente.

Mientras intentaba recuperar la calma, recordó con claridad el sueño. No era un sueño cualquiera; había algo demasiado real en cada detalle, en el dolor y el miedo que había sentido. Un pensamiento aterrador cruzó su mente: ¿y si no era solo un sueño? ¿Y si era una advertencia de algo por venir?

Se levantó lentamente de la cama y caminó hacia la puerta de su habitación. Sin hacer ruido, se dirigió hacia la habitación de su padre y abrió la puerta con suavidad. Él dormía profundamente, respirando con calma. Liana suspiró, sintiéndose un poco aliviada, pero aún así, una parte de ella no podía olvidar lo que había visto.

Antes de regresar a su cuarto, murmuró en voz baja, como si su padre pudiera escucharla en sueños.

Liana (susurrando): "Por favor… ten cuidado."

Aunque sabía que era solo una pesadilla, no podía sacudirse la sensación de que algo oscuro se cernía sobre ellos, algo que aún no entendía del todo pero que sentía acercarse cada vez más.

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