▽II▽ Nombre del Caos

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Mabel estaba atrapada en una vorágine de colores tan intensamente brillantes que parecían devorarla. Tonos desconocidos, más allá de cualquier espectro que hubiera percibido en su corta vida, se mezclaban en un caos de formas infinitas y cambiantes.

Nada mantenía su forma más de un instante, y ese constante fluir amenazaba con quebrar los últimos vestigios de su cordura.

No sabía cuánto tiempo llevaba allí, rodeada por miles de susurros ininteligibles que la llenaban de inquietud. ¿Eran voces? ¿Ecos de pensamientos? Cada intento de comprenderlos sólo la conducía a un vacío más profundo.

—¡Por favor! ¡Detente! —rogó a aquella nada desbordante de locura, su voz desesperada ahogándose en el vasto abismo.— Ya... ya no puedo soportarlo más...

Las palabras se disiparon, sin sentido ni respuesta. Este lugar... ¿acaso era otra dimensión? El ambiente se sentía como una condena. Debía haber cometido algún pecado terrible para acabar aquí. Aunque por más que intentaba recordar, no hallaba ninguna memoria clara.

Con cada segundo, la resignación crecía en su mente. Quizás nunca saldría de este lugar; tal vez su alma estaba destinada a desmoronarse, fragmentarse y perderse en el caos.

Y entonces, sin previo aviso, los colores se intensificaron, brillando con una fuerza cegadora. Las formas caóticas se retorcieron, volviéndose aún más inconexas. Las voces, estallaron en un coro ensordecedor, gritos mezclados de placer y pavor, de alegría y horror, que la inundaban hasta llenar cada rincón de su ser. Ya no quedaba espacio para nada más.

"ESE ES TU NOMBRE AHORA."

Las palabras resonaron en su mente, poderosas, absolutas. Se sintió marcada, como si su esencia misma se fundiera en aquel nombre incomprensible.

Mabel despertó de golpe, inhalando como si hubiera emergido de las profundidades de un océano de caos. El pecho le dolía, sus pulmones estaban ardiendo. Se incorporó, abrazando sus rodillas contra el pecho, sus temblorosas manos se aferráron a los mechones grasientos de su cabello, tirando con fuerza mientras su mente trataba de borrar aquel sueño tormentoso.

—¿Q-qué fue eso? —susurró a la nada.

—Vaya, vaya... ¿Alguien se dignó a regresar a su aburrida dimensión de siempre? —Una voz masculina quebró el silencio. Aún temblorosa, Mabel levantó la mirada.

Y allí estaba: el triángulo amarillo parlante, con su ojo único mirandola intensamente, su sola presencia traía destellos de aquel caos del que apenas acababa de despertar.

La visión de Bill provocó que la garganta de Mabel se secara aún más con un dolor punzante, no estaba lista para verlo ahora, no quería lidiar con la actitud o humor del Demonio de los Sueños ahora mismo. Necesitaba agua y también sentía unas intensas ganas de ir al baño.

—N-necesito... agua —susurró Mabel, apenas reconociendo su propia voz, rota y débil. Ni ella misma estaba segura de cómo había sonado.

—¿Qué? ¿Acaso te diste un golpe en la cabeza y ahora crees que soy algún sirviente? —Bufó él, cruzando sus brazos negros en un ademán de irritación- Pídeselo a Pino, o a la esclava Melody.

Mabel se quedó mirándolo, sus ojos vacíos de sorpresa, acostumbrada al humor ácido del demonio. Un destello de impaciencia cruzó el ojo de Bill, y, con un chasquido desdeñoso, hizo aparecer un vaso de agua fresca frente a ella.

—Pero no te acostumbres, niña —gruñó.

Sin un agradecimiento, extendió su mano temblorosa hacia el vaso, sus dedos apenas capaces de sostenerlo con firmeza mientras bebía. El agua fresca recorrió su garganta aliviandola. Cerró los ojos, concentrándose en el sabor, fue un pequeño confort.

Demonio del Caos - MabillDonde viven las historias. Descúbrelo ahora