Prólogo

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El tiempo era preponderante y, para Caos, apremiaba.

La menuda mujer de interminable y resplandeciente cabellera plateada caminaba a toda velocidad por los pasillos de mármol del palacio. Sus pasos apenas emitían sonido alguno, pues no contó con el tiempo de ponerse algo sobre sus pies antes de salir disparada de sus aposentos. Detrás de ella, un enorme y corpulento hombre de piel tostada y cabello negro, corto y ligeramente ondulado, la seguía de cerca, alcanzándola sin problemas y ajustando su propio paso al de la mujer.

La mirada en su rostro mientras posaba sus ojos color chocolate en ella era de completa adoración.

Arye, no corras descalza, puedes hacerte daño —le dijo el hombre a su consorte, pero ella solo bufó, haciendo un gesto con su mano y desestimando el asunto.

—¡Eso no es importante ahora, Arye! —replicó la mujer, sus grandes ojos de rubí que refractaban la luz como joyas destellaban con resolución.

El hombre se mordió la lengua, suspirando, al tiempo que alcanzaban finalmente su destino en el blanco y amplio balcón.

Allí, otro hombre muy alto y de piel oscura, con metálicos orbes oscuros similares al plomo fundido y largo cabello gris como el mercurio líquido, esperaba de pie en la mitad de la estancia. Clavó su mirada en la pequeña mujer de inmediato y por un instante, casi a base de inercia, se le vio la intención de comenzar a hacer una corta reverencia. Se detuvo justo a tiempo, por suerte, sin ganas de recibir una reprimenda de parte de la mujer.

Esta perdió el interés en caminar y directamente se trazó frente al hombre de ojos metálicos.

¡Nué! ¡¿Dónde está?! ¡¿Lo tienes?! —inquirió ansiosamente y el hombre asintió, mostrándole el diminuto huevo en sus manos. El patrón sobre la cáscara del mismo era una preciosidad de runas angelicales y demoníacas entremezcladas.

Un perfecto balance.

La mujer sonrió, sobresaltándose cuando su consorte la alcanzó y puso una mano sobre su hombro.

—Cariño, esta vez, recuerda respirar y tomarte las cosas con calma —le advirtió suavemente y la mujer rodó los ojos.

No obstante, no discutió; su atención todavía permanente en el hermoso huevo.

—No hubo ningún problema, jove... —comenzó a decir el hombre de ojos metálicos, pero la joven mujer lo fulminó con la mirada. El hombre suspiró y se corrigió—: Rué.

Los orbes rubíes de la mujer destellaron con aprobación antes de empezar a girar como un caleidoscopio. Con delicadeza, posó su mano sobre la cáscara, acariciándola. La magia emanaba de su palma y penetraba en la diminuta vida que se formaba en su interior.

—Hermoso balance, recibe mi bendición... tú serás el regalo que Caos dará al mundo para brindarles un futuro... Caos estará contigo y no te dejará solo, así que ve y que tus alas creen los vendavales del cambio —musitó en un tono increíblemente dulce.

Y entonces, sonriendo con una pizca de picardía y antes de que pudieran detenerla, apartó su mano y posó sus labios en el huevo, dándole con un beso un pelín más de poder y su protección.

«Por si acaso».

Nadie dañaría a aquellos que estaban bajo su cuidado... o el Cataclismo los destrozaría en pedazos para cobrarse el Karma que le correspondía.

Desire - Conectados: Sentinel Project IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora