No hay nada que me asuste y ame más que el mar. Su aroma salado, la sensación helada en las puntas de los dedos cuando lo tocas o en ese oleaje salvaje que intenta resistirse a que cualquiera pueda dominarlo. Es impredecible y bestial, la clase de fuerza que necesito encontrar cuando subo al caballo apoyando las botas sobre la silla de montar. Estoy exhausta, podría detenerme pero entonces estaría condenada de por vida a un futuro que deseo no tener.
—¡Valentina! ¡Vuelve aquí, chingada madre!
El tío carga la escopeta y dispara al aire, no pretende asustarme a mí sino al animal que estoy cabalgando. La diabla, como le decimos a la yegua, se sacude un instante y por el sonido de la pólvora se levanta en dos patas derribándome contra la tierra que se expande en un remolino de polvo. El animal se sacude y sale corriendo, dejándome a mi suerte. Mi brazo duele, una raspadura rodea mi rodilla y aunque quiero darme por vencida, no soy capaz.
Me pongo de pie y comienzo a correr por la terracería mientras escucho el sonido de un motor apagarse. El tío va en su camioneta negra de llantas plateadas, abre la puerta y azota sus botas, quitándose el sombrero para mirarme. Su bigote se frunce y me contempla como lo que soy; su peor carga.
—Por favor —le suplico, antes de echar a correr cuando comienza a ir hacia mí—. ¡Quiero ser cantante!
—Ya deja de decir mamadas, lo que tienes que hacer es volver a la finca y ayudar a tu madre en la cocina. Esas cosas de la fama no son para las mujeres.
Pero me niego a que mi destino sea solo estar atada a una casa, alimentando y sirviendo a todos mis parientes hombres. Mis piernas no dudan cuando logro llegar hasta el puerto. El barco pesquero saldrá en solo cinco minutos, la gente comienza a formarse en distintas hileras esperando subir.
—Si intentas llevarme de regreso, haré que cada día sea un infierno, jamás podrás controlarme, intentaré escapar mañana y noche hasta que un día lo logre —le aseguro cuando me sujeta por un brazo.
—Te lo advierto, Valentina. Si te vas a la ciudad, olvídate de que tienes familia para siempre. Estarás muerta para todos. ¿Entiendes?
Y lo odio, porque el tío Román es quien manda en la familia, nadie puede desobedecer sus órdenes. Nunca. Si hago esto, jamás podré regresar al pueblo, mamá ya no me alentará a ser fuerte ni tampoco veré a mis hermanas crecer. Entonces... ¿Debería parar?
Tal vez, pero ser egoísta siempre ha sido mi peor defecto.
Me zafo de su agarre y subo al barco con solo doscientos pesos, un par de botas viejas y una muda de ropa en la mochila, pero el sueño que he tenido toda la vida se siente más real que nunca.
Voy a convertirme en cantante.
ESTÁS LEYENDO
Detrás del show
RomanceHuir de casa, soñar con ser cantante y hacer enojar a la estrella más reconocida del momento. Podría parecer una mala broma del destino cuando Valentina termina metida en semejante desmadre (y qué metida de pata) con Iván Ortega, quien además la od...