Capítulo XII

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No pasó mucho tiempo en aquel intercambio físico, silente y cada vez más decidido, para que la joven comprendiera que tarde o temprano ella terminaría entregándose a aquel sentimiento que la amenazaba desde hacía tiempo. La idea se fue abriendo paso entre los pasajes más oscuros de la mente de Faith, saliendo a la luz progresivamente, haciéndose cada vez más clara e ineludible.

Imágenes más definidas y personales se iban delimitando mientras que su voluntad se diluía en las caricias del joven, Faith abrió los ojos para ver un paisaje verde. Estaba de pie frente a un interminable jardín y pudo ver a una mujer con un vestido de gasa blanco que salía a la terraza para sentarse bajo la sombra de una sombrilla a tomar el té. Faith se sentía inexplicablemente atraída hacia aquella joven mujer cuyo rostro aún no podía ver por la distancia, pero que estaba delicadamente enmarcado por un sobrero blanco de ala ancha.

Como temiendo interrumpir las cavilaciones internas de la dama, Faith se acercó lentamente. Grande fue su pasmo cuando se pudo percatar del asombroso parecido que había entre ella y la mujer del vestido blanco. Era prácticamente como verse a sí mismo en el espejo o en la proyección de un vídeo. Faith estaba ya virtualmente en frente de la joven pero ella no daba indicios de advertir su presencia.

Así de cerca, Faith pudo admirar el fino bordado inglés que adornaba el cuello del vestido y la delicada caída del chifón de la falda, la cual caía suavemente hasta la media pierna de la joven. Faith hundió sus pupilas en las de su doble y le fue imposible abstraerse de la profunda melancolía que brillaba en el fondo de aquellos ojos.

La mujer dio un ligero suspiro mientras observaba distraídamente el brillo de la luz matinal sobre un anillo de diamantes que adornaba su mano. Fue entonces que Faith observó que de la mansión erguida a espaldas de la mujer de blanco, salía un hombre alto y de cabellos rubios que a Faith le pareció familiar sin poder llegar a reconocerlo claramente. El hombre se acercaba a la joven y ponía sus manos sobre los hombros de ella depositando a la vez un beso en su mejilla. Entonces Faith notó que la mujer cambiaba automáticamente su expresión ausente colocando una sonrisa en donde antes había una mirada triste. Sin embargo Faith supo que la tristeza seguía ahí, aunque oculta tras una máscara de alegría.

Luego todo pasó muy rápido. Unas voces masculinas discutiendo acaloradamente se escucharon desde un rincón del jardín. Al poco rato aparecieron frente a la pareja rubia unos hombres vestidos con uniforme que intentaban detener a un joven pelirrojo elegantemente ataviado. Los de uniforme, que Faith identificó como los sirvientes, trataban de advertirle al joven que el señor de la casa no estaba en la disposición de recibirle, pero por más que los hombres insistían el airado joven seguía avanzando por el jardín en dirección de la terraza. Era claro que aunque los sirvientes le seguían de cerca y trataban de convencer al intruso que no sería bien recibido, sentían cierto temor de tratar con mayor rudeza al hombre pelirrojo. Faith pensó que tal vez se trataba de alguien igualmente importante y por eso los sirvientes no se atrevían a actuar con más decisión.

Antes de que cualquiera de los presentes tuviera tiempo para reaccionar, el pelirrojo se acercó a la pareja a sólo unos metros de distancia. Faith entonces sintió que el corazón se le detenía paralizado por el miedo. Con una inexplicable angustia escuchó las palabras del pelirrojo:

- Si crees que me voy a quedar con los brazos cruzados mientras tú disfrutas a la mujer que quiero estás equivocado ¡Maldita sea tu estirpe William Albert! ¡Nunca te casarás con ella!

Después, las cosas se sucedieron con vertiginosa confusión. El joven se llevó una mano al interior del saco extrayendo un revólver que apuntó hacia el hombre rubio. La joven volvió el rostro y Faith pudo ver el horror dibujado en los ojos color malva de su doble. Con una rapidez mayor aún que los movimientos erráticos del hombre pelirrojo, evidentemente ebrio, la joven de blanco se puso de pie.

Una Historia NeoyorquinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora