Tutorías (lesbian)

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Nunca imaginé que mi vida cambiaría tanto desde que empecé a dar tutorías en la escuela.
Siempre me había gustado enseñar, y además me pagaban por hacerlo.

Yo era la chica responsable, la de las buenas notas, la que no se metía en problemas, pero entonces apareció ella, con su aire de rebeldía y esa mirada desafiante que parecía advertirle al mundo que no la domesticaran.

Un día, estaba ordenando algunos apuntes en el salón de tutorías cuando la directora me llamó a su oficina.

Caminé hasta allá sin saber de qué se trataba.

Toqué la puerta, escuché su voz diciendo "adelante" y entré.

-Dana, necesito pedirte un favor- comenzó, y yo asentí de inmediato, siempre dispuesta a ayudar-. Quiero que le des tutorías a Blair Davies.

-¿Blair Davies? -repetí, sin poder disimular mi sorpresa.

La directora asintió con un leve gesto y suspiró, como si hubiera anticipado esa reacción.

-Sí, ella misma.

La incredulidad debió notarse en mi rostro, porque la directora me miró con una mezcla de resignación y determinación.

La directora cerró los ojos un momento y tomó aire antes de responder.

-Dana... -empezó con un tono cansado- eres la mejor de tu clase, tienes las notas más altas y sabes transmitir tus conocimientos. Te necesito para que me ayudes con mi hija.

Su hija, el dato me golpeó como un balde de agua fría, nunca lo había sospechado; Blair era tan distinta, tan enigmática y desafiaba todo lo que imaginaba de la directora, no había forma de que pudieran estar relacionadas.

Pero ahí estaba: la chica más problemática de la escuela era su hija.

Asentí, sin saber exactamente en qué me estaba metiendo, y la directora pareció relajarse un poco. Me dio el horario en el que empezaría a ver a Blair y unos pocos detalles.

Empezaría mañana, a las 18:00 debía estar en su casa.

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El día llegó antes de que pudiera prepararme mentalmente.

El día de la primera tutoría llegó, a las seis en punto, llegué a la casa de Blair, y ella me abrió la puerta con su habitual aire de desinterés.

Me guió a su habitación, donde todo parecía un reflejo de ella misma: desordenado, caótico y, de alguna forma, fascinante.

Al principio, fue todo un desafío. Blair contestaba a cada pregunta con sarcasmo y parecía hacer cualquier cosa por desviarse del tema.

Pero poco a poco, algo empezó a cambiar, a veces, mientras explicaba algo, sentía sus ojos fijos en mí, observándome con una intensidad que me dejaba incómoda, no sabía cómo reaccionar, pero tampoco podía evitar mirarla de reojo.

Cada vez que nos acercábamos a revisar algún ejercicio o intercambiábamos el cuaderno, nuestros dedos se rozaban accidentalmente, y notaba cómo mi respiración se alteraba ligeramente, sus miradas se hacían más largas, y yo empezaba a sentir una tensión en el aire.

Las sesiones con Blair se volvieron una especie de ritual que ambas parecíamos esperar, aunque ninguna lo admitía, cada vez que estábamos en su habitación la tensión sexual se palpaba en el aire.

Hasta que pasó.

La tarde comenzó como cualquier otra, estábamos en su habitación, rodeadas de libros y papeles, yo trataba de explicarle un problema de matemáticas cuando noté que Blair me observaba con una mezcla de concentración y algo más, algo que me hacía sentir expuesta.

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⏰ Última actualización: Nov 10 ⏰

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