Una pésima idea (o solo cosas sin contexto) [+18]

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Satoru había tenido un largo y tedioso día. Aburridisimas reuniones con los altos mandos, trámites administrativos interminables y un Panda, Maki y Toge más insoportables que de costumbre. Por eso, al llegar a su departamento, no sacó un libro ni prendió ninguna de sus consolas. Solo se dejó caer en uno de sus costosos sofás y, sin siquiera despojarse de su venda, cerró los ojos.

Su cabello caía reluciente y majestuoso, su piel lozana y blanca como una fina porcelana, sus mejillas sonrojadas, sus felinos ojos adormilados y su boca, entreabierta, formaban en el rostro de Suguru la misma combinación exquisita de siempre. Para coronarla, mientras ponía un dedo en sus labios, recostado de lado en su cama, sus ojos destellaban con la misma expresión llena de deseos que solía dedicarle años atrás.

—¿Por qué no te acuestas a mi lado, Satoru?

Satoru se pegó un par de veces en la cabeza. No podía creer que eso estuviera sucediendo.

—¿Qué haces aquí?

—Esperándote. Has tardado mucho. Semanas, meses, años. Creo que ya es hora, Satoru.

Satoru miró por la ventana. Lo que estaba pasando no tenía sentido. Buscó algún elemento fuera de lugar, algo que le indicara en qué plano estaba, pero su habitación se veía igual que siempre. Sin embargo, por más que lo intentara, no podía recordar cómo había llegado a ese momento.

—¿Hora de qué?

Suguru se reincorporó en su cama. Le hizo una seña para que se acercara a la que Satoru, por supuesto, obedeció. Tomó su cara entre sus manos, lo besó suavemente en los labios y, muy lentamente, susurró:

—De matarme.

Súbitamente, la habitación se llenó de una cortina negra, tapándolos a ambos. Suguru comenzó a reírse y a acariciar su brazo derecho, como si le doliera.

—Esto es un sueño —murmuró Satoru.

—Te diste cuenta un poco tarde. Bueno...—Suguru comenzó a peinar su cabello con los dedos y Satoru notó que comenzaban a ensangrentarse —...ese es mi punto. Siempre llegas tarde.

Satoru gruñó. Sabía lo que pasaría, pero, aún así e igual que siempre, quería intentar indagar en su subconsciente un poco más.

—Suguru, ¿acaso...acaso quieres que te mate? —murmuró, en voz muy baja y de la forma más tierna que podía, considerando la naturaleza de lo que le estaba preguntando.

Suguru dejó de reírse.

—Ya estoy muerto, Satoru.

Satoru se incorporó de golpe, el corazón le latía con una intensidad brutal mientras el recuerdo de esa pesadilla aún lo envolvía. Su respiración era rápida, jadeaba, y sentía unas gotas de sudor frío correr por su frente. Durante unos segundos, se quedó mirando el techo, como si eso lo ayudara a borrar las palabras de Suguru de su mente. Podía sentir el peso de la angustia en el pecho, el vacío que le dejaba aquella visión, pero poco a poco, el ritmo de su respiración se fue calmando. Con un suspiro profundo, se paró del sofá y caminó hacia la cocina. Mientras se calmaba, abrió el refrigerador, sacó un pote de helado y una lata de Coca-Cola. Volvió a sentarse y comenzó a comer en silencio. De pronto, una idea le asestó como un rayo. Tomó su teléfono y entró a Instagram.

—Siempre que sueño contigo es porque...—murmuró para sí, mientras tipeaba el nombre de usario de Suguru—...ajá.

Una sincera sonrisa iluminó su rostro al darse cuenta de que, una vez más, Suguru lo había desbloqueado.

Qué pésima idea.

Un momento antes

Suguru se echaba crema en las manos, parsimoniosa y elegantemente, mientras reflexionaba sobre su día. Tres exorcismos, dos reuniones con inversionistas y una entrevista. Bastante ocupado, pero todos sus días eran así. La vida de líder no era fácil, existían un sinnúmero de cosas a las que debía prestarle su atención, por lo que siempre corría de un lado a otro. No se quejaba, pero estaba cansado. Muy cansado.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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