Ocho

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Las semanas transcurrieron rápidamente desde la última cita de Felix y Hyunjin. Aunque la noticia de la enfermedad de Felix se cernía sobre él, ambos se empeñaron en vivir cada día con intensidad. Hyunjin quería hacer de cada momento algo inolvidable, y aquella noche, tenía planeada una cita especial.

Cuando Hyunjin llegó a recogerlo, Felix ya estaba esperando afuera, abrigado y con una sonrisa que iluminaba su rostro.

—¡Te ves increíble! —comentó Hyunjin al verlo—. Parece que vas a algún evento importante.

—Bueno, con alguien como tú, cada día es especial —respondió Felix, riendo mientras caminaban juntos hacia el cine.

Después de comprar las entradas, Hyunjin se acercó a la caja de palomitas.

—¿Dulces o saladas? —preguntó, levantando una ceja.

—Dulces, por supuesto. Aunque... —Felix hizo una pausa y miró a Hyunjin de reojo—. Saladas también suenan bien.

Hyunjin se rió.

—Podemos comprar ambas. Así no te quedas con las ganas de nada.

Cuando entraron a la sala, Hyunjin eligió los asientos en una fila tranquila, lo suficientemente alejados como para sentirse en su propio mundo. A medida que las luces se apagaban, Felix se acomodó a su lado, apoyando la cabeza en su hombro.

—Hyunjin... —susurró Felix, mirando la pantalla pero con el corazón latiendo fuerte—. Gracias por hacer que cada día sea especial. No sabes cuánto significa esto para mí.

Hyunjin le tomó la mano bajo la manta y le dio un apretón cariñoso.

—Felix, me alegra que lo sientas así. Cada momento contigo es único para mí también.

La película avanzaba, pero sus pensamientos estaban lejos de la pantalla. Cada tanto, Felix levantaba la mirada para ver a Hyunjin, sintiéndose más conectado que nunca. Al final, terminaron susurrando y riendo, casi ajenos a la trama de la película.

Después de esa tarde en el cine, compras y entre más cosas, fueron de regreso al apartamento de Hyunjin

—Gracias por esta noche —dijo Felix mientras entraban al apartamento de Hyunjin—. Me hacía falta reírme así.

Hyunjin encendió unas luces suaves, creando una atmósfera acogedora. Ambos se dejaron caer en el sofá, sin separarse ni un segundo. Después de unos minutos de silencio, Hyunjin lo miró fijamente, una chispa de intensidad en su mirada.

—¿Puedo ser sincero contigo? —preguntó Hyunjin.

—Siempre. —Felix lo miraba con curiosidad y una ligera sonrisa.

Hyunjin se acercó, hasta que sus rostros estaban a solo centímetros de distancia.

—Desde el primer momento en que te vi, supe que eras alguien especial... pero nunca imaginé cuánto cambiarías mi vida.

Felix tragó saliva, sus mejillas se ruborizaron. Hyunjin alzó una mano para acariciarle la mejilla y, en un impulso, ambos se inclinaron hasta que sus labios se encontraron en un beso suave y dulce. Lo que comenzó como un gesto tímido pronto se tornó en algo más profundo, más intenso. Felix se aferró a la camisa de Hyunjin, mientras este lo rodeaba con sus brazos, como si quisiera que ese momento durara para siempre.

—¿Sabes? —murmuró Hyunjin entre besos—. Eres lo mejor que me ha pasado, Felix.

Felix sonrió contra sus labios, sin dejar de besarlo.

—Y tú, Hyunjin... me haces querer aprovechar cada segundo.

Ambos se miraron por un instante, y en sus ojos se leía una mezcla de sentimientos: amor, miedo, y deseo. Sin decir nada, Felix deslizó sus manos detrás del cuello de Hyunjin, atrayéndolo hacia él nuevamente, besándolo con una pasión que había estado conteniendo por mucho tiempo.

Felix respiraba con fuerza, su mirada fija en Hyunjin. Aquel momento era único, una mezcla de emociones que parecían haberse contenido por meses, y ahora simplemente los envolvían. Hyunjin le acarició la mejilla, y sus ojos, cargados de ternura, buscaban la aprobación de Felix.

—Felix... —susurró, su voz suave—. No quiero apresurarte, solo quiero que sepas que estoy aquí, siempre.

Felix lo miró, sus ojos brillando.

—Hyunjin, te quiero, y quiero... quiero estar a tu lado, aquí y ahora —dijo, susurrando cerca de sus labios.

Hyunjin lo abrazó, envolviéndolo con calidez. Poco a poco, sus gestos se hicieron más íntimos, transmitiendo ese deseo de permanecer juntos y crear un recuerdo que atesorarían siempre. Sin palabras, dejaron que los sentimientos los guiaran, acompañados por miradas y sonrisas sinceras.

La sala estaba envuelta en una suave oscuridad, y el único sonido que llenaba el espacio era el de sus respiraciones entrelazadas. El aire cálido y tranquilo parecía envolverlos, como si el tiempo se hubiera detenido para ellos. Felix lo miró a los ojos, buscando algo más allá de lo evidente, y Hyunjin respondió con una mirada tranquila, sin prisa, sabiendo que no necesitaban palabras.

Cada momento era una promesa silenciosa de apoyo, cariño, y un amor tan fuerte que, sin importar lo que sucediera después, sabían que lo vivido juntos siempre quedaría en sus corazones. Para Felix, era una manera de disfrutar la vida, y para Hyunjin, la oportunidad de demostrarle lo importante que era para él.

Sus manos se encontraron, y el simple roce de sus dedos fue suficiente para transmitir todo lo que sus corazones callaban. Él acarició suavemente su muñeca, un gesto pequeño pero cargado de ternura, y Felix cerró los ojos, dejándose envolver por la calidez de su toque. El calor de su piel le ofreció consuelo, un refugio donde todo lo demás perdía importancia.

Los dos sabían que no necesitaban palabras para entenderse, pero esas pocas bastaron para sellar el pacto que ya se había formado entre ellos.

Él se inclinó, acercando su rostro al del menor, y pudo sentir la suavidad de su aliento antes de que sus labios se rozaran con una delicadeza que decía más que cualquier palabra. Un beso suave, pero lleno de significado, una promesa silenciosa que se tejía entre ellos, un lazo invisible que los unía en ese instante. Cuando sus labios se separaron, el silencio que quedó entre ellos no era vacío, sino lleno de entendimiento.

Con una lentitud casi infinita, Hyunjin lo abrazó, envolviéndolo con sus brazos. El roce de su cuerpo contra el suyo le trajo una paz que nunca había conocido, como si se hubieran encontrado en un espacio donde no existían las prisas ni las preocupaciones. Felix suspiró suavemente, apoyando su cabeza en su pecho, sintiendo el latido de su corazón, su ritmo tranquilo y firme, como un eco del suyo.

Era un amor tan profundo que no necesitaba gestos grandiosos ni palabras ruidosas. En ese momento, cada mirada, cada gesto, cada suspiro decía más que mil palabras. Estaban completos en su cercanía, y lo sabían.

Nunca te dije adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora